Me toqué los labios, aun calientes, hinchados por el caluroso beso de Joaquín.
Tuve ganas de gritarle al mundo que lo amaba con toda mi alma, y que nadie nos separaría nunca jamás...
Pero eran ganas, solo ganas. Nunca podría hacerlo, nunca me entenderían. Nunca lo harían sin juzgarme violenta y cruelmente.
Éramos dos almas solitarias unidas por un amor prohibido, por un tormento diario que nos impedía avanzar. El tiempo había pasado, y vaya que sí... doce años transcurrieron entre nosotros. Y estábamos en el mismo lugar.
Cuando dejamos a Lola y a sus amigas, la intimidad de aquel momento me congeló la sangre; inocentemente (o no tanto, no lo sé con seguridad) intenté despegarle de su (hermoso) rostro los brillos del maquillaje de mi hermana, que lo había besuqueado adrede para que sucediese exactamente lo que quería: dejarlo en ridículo.
Ambos las vimos irse salticando como unas nenas, pero vestidas de mujeres. Me recordé a mí misma a su edad y los temblores me surcaron la columna vertebral; con 15 años, ya llevaba sobre mis hombros la pesada carga de sentirme atraída por mi hermanastro de una forma absurda, casi enfermiza.
─No puedo creer que ya tenga 15 años ─Joaquín también se asombraría por el paso del tiempo.
─Sí...el tiempo pasa volando.
─A veces en vano─remarcó acertadamente, y giré la mirada descubriendo el significado de su frase.
Encendí la luz del techo de la camioneta en donde nos encontrábamos para verlo más nítidamente, el reflejo de la noche me dejaba ver los contrastes de su piel y su barba recién crecida. De repente, no pude evitar reír.
─¡Estás lleno de brillos! ─ le limpié con mis pulgares el exceso de brillos que se le pegaban en toda la cara. ─. ¡Parecés una vedette de la Avenida Corrientes! ─ seguí riendo, contagiándolo.
Lo observé por dos segundos que me parecieron eternos; era tan sensual, más bello de lo que lo recordaba. Las yemas de mis dedos se calcinaban al contacto con su incipiente barba, mientras que mis ojos anidaban pedazos de mi corazón en los suyos.
Para mi sorpresa me tomó de la muñeca izquierda retorciendo su nariz y acariciándose con mi mano, la dio vuelta y la besó con dulzura.
Morí y volví a nacer con ese gesto que me llegó al fondo del alma. Joaquín seguía siendo el mismo adolescente suave, dedicado y sensible que me supo cautivar siendo una púber; ahora, su versión adulta, continuaba arrollándome de igual forma.
Me temblaban las rodillas derritiéndome bajo el calor de su contacto. Respiré fuerte porque sentí que me ahogaba; él adulteraba mis sentidos, empastaba mi capacidad de razonar como una mujer normal.
Quise decirle que no me importaba nada más en el mundo que él, que estaba cansada de esconderme ante todos, que lo nuestro merecía acariciar la luz...pero instantáneamente, me dije que no era justo arruinarle la vida a tantas personas. No era sólo un tema de nosotros dos: Lola, mamá y papá,la propia Krista, la oma Irene...mucha gente nos señalaría con su dedo acusador sin siquiera pensar por un segundo qué es lo que realmente nos sucedía.
Joaquín estaba confundido, yo lo sentía acá, en el pecho, donde se siente el amor, donde se lastima al corazón. Nos habíamos convertido en un hombre y una mujer con un pasado errante y un futuro entre signos de interrogación. Mi historia con Lisandro había tocado fondo, ya no tenía solución, pero Joaquín...la vida de Joaquín no transcurría acá en Acassuso; su vida profesional, su vida sentimental estaba en otro lado, a miles de kilómetros de Buenos Aires. Él ya había elegido estar con alguien, convivir y de seguro, avanzar en esa dirección; el reconocer un altibajo no significaba caer definitivamente sino tan solo tropezar para fortalecerse y seguir adelante.
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11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasado
Romance"Un amor prohibido, marcado por los prejuicios morales, se desata entre Virginia y Joaquín quienes batallarán contra el tiempo y contra sus propios deseos, demostrando que no hay límites ni distancias para el verdadero amor." Advertencia: Historia...