Capítulo 22

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Supuse que con el correr de los días su conducta se modificaría, todo ese enojo se reduciría en una, lógica, molestia adolescente. Era madura para su edad, pero no lo suficiente para comprender que esto era más complejo de lo que parecía y que ni Joaquín ni yo queríamos hacerle daño.

No quise molestarla, no la fastidié e incluso seguí su juego de ignorarme. La saludaba por las mañanas cuando me la cruzaba antes de ir a trabajar y ella estaba despierta o bien, cuando volvía tarde después de mi turno en la veterinaria.

Los fines de semana yo solía encerrarme en mi habitación leyendo o con la bicicleta a cuestas yendo al río cuando el clima me lo permitía; Mariana estaba muy ocupada arreglando los temas para su casamiento, venidero a fines de abril, por lo que las visitas a su nueva casa eran cada vez más ocasionales.

Me sentí una ermitaña con mi propia vida en un puño, llevándola de un lado para el otro. Hasta que en una de esas tantas noches de introspección, Lola se acercó a mi cuarto, antes de irse a dormir, sorprendiéndome.

─ ¿Puedo pasar? ─ me alegré al escuchar esas palabras que tanto se habían hecho rogar.

─Por supuesto ─ contesté invitándola a sentarse en la cama, como le era costumbre.

─ Sé que definiste departamento para mudarte ─ liberó mientras yo terminaba de ordenar unas cosas.

─Sí, exacto ─pretendí que se sintiese cómoda, mi tono se alejaba del tinte hostil y reprochón.

─Quisiera hacerte una pregunta, si no es molestia─ jugueteó entrelazando sus dedos.

─Dale─ arengué.

─¿Puedo ayudarte con la mudanza?

Giré desde mi posición enfrentada al placard para ver su rostro pícaro y tierno, formulando esa pregunta.

─ ¡Me encantaría que me ayudes! ─ confesé, pero sin abrumarla con mi alegría.

─Estoy un poco aburrida, las clases empiezan en unos días más... ─ hacía puchero, poniendo y sacando de sus dedos los brillantes anillos.

─Está bien, mañana me pedí el día en el trabajo para poder ir levando un par de cajas, el próximo sábado traslado los muebles y electrodomésticos del garaje...─enumeré, aguardando por su reacción.

─Perfecto, ¿para qué hora tengo que estar preparada?

─ Alrededor de las 9 ¿está bien?

─Bueno─ sin más, le levantó como un resorte y salió teledirigida a la puerta, dispuesta a irse─ ¡Hasta mañana!─ sin esperar respuesta de mi parte se fue, cerrando la puerta tras ella.

Llené mi pecho de aire, con la emoción de ver que Lola, de a poco, cedía dándome una nueva oportunidad.

___

─ ¡Es muy luminoso! ─dijo entusiasmada apenas entró a mi nuevo hogar. Aun desprovisto de cortinas todo parecía más grande.

─ Sí, es muy lindo ¿verdad? ─ respondí emocionada, dejando la ultima pila de cajas sobre el piso.

─Uau─yendo hacia la habitación quedó impactada por la vista al río─ ¡Esto es lo más! ─abriendo las ventanas, apoyó sus codos en el antepecho; asomándose un poco, se permitió inspirar de la brisa de aire que corría en esas alturas─ .¿Puedo venir a quedarme a dormir acá de vez en cuando? ─ impactada por su pregunta balbuceé, pero no porque dudaba en mi respuesta, sino porque esto significaba un giro de 360º en nuestra relación.

11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora