Capítulo 15

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Estaba en la veterinaria, al borde las 6 de la tarde. Ya era lunes, el fin de semana había pasado volando; extremadamente rápido para mi gusto.

Feliz por aquellos intensos días vividos con Joaquín, no habría sido necesario fingir nada. Solos en la casa, siendo nosotros mismos, nos acariciábamos, nos besábamos e hicimos el amor muchísimas veces..

En un momento de soledad repasé con el dedo sobre el visor del teléfono una a una las fotos que nos habíamos sacado la tarde anterior en la ribera: con el sol de fondo, con la moto, con el río...cada imagen era más linda y me parecía estar en un sueño hecho realidad.

─ ¿Qué pasó que andás con esa sonrisa tonta pegada a la cara? ─ Paula irrumpió mi serenidad. Guardé el teléfono inmediatamente en mi cartera, impidiendo que viese algo inapropiado.

─Cosas...de la vida ─sonreí sin dar explicaciones

─ No te hagas la intrigante, che ─ rondaba mi cuerpo, intentando sacarme información.

─Me estaba riendo de una vieja anécdota, nada más ─mentí quitándome la chaqueta blanca de la clínica.

─ Bueno, esta vez te la dejo pasar ─ se cruzó de brazos a mi lado─pero antes de que te vayas, alguien vino a verte.

─¿Quién? ─ repasé mentalmente quién podría ser que no fuera Joaquín; de ser así Paula vendría volando y me daría alguna que otra descripción sobre su hermosa presencia.

─Es un chico que trajo a un perro, un Beagle.

Traté de recordar o imaginar quién sería, sin resultado favorable.

─¿Pidió por mí?

─ Exclusivamente.

─ Bueno...─ me puse la chaqueta de vuelta─ decíle que ahí voy.

Arreglándome el cuello del guardapolvos, salí. Al verlo de espaldas, por su contextura y aspecto, noté que era Diego Trussio, el mejor amigo de Joaquín.

─ ¿Diego? ─ pregunté sonriente y ciertamente, asombrada.

─Si, Gigi... ¿cómo estás? ─ lo saludé cariñosamente, mientras él sostenía en sus enormes brazos un pequeño cachorro de Beagle que estaba algo molesto en sus ojos.

─Bien, muy bien gracias. ¿Vos? ─ acaricié al perrito que parecía aun más chico, quizás por el enorme tamaño de su dueño.

─Bien también─sonrió con algunas arrugas en torno a sus labios. Ya no éramos los adolescentes de antes ─ .Vine a ver si me podías dar una mano. Es la primera vez que tengo un perro en casa y no sé mucho de animales ─admitió. Dirigiéndonos hacia el consultorio, tendríamos la intimidad necesaria para atender al quejumbroso cachorrito.

Avanzamos unos pasos por el pasillo, hasta entrar a uno de los cubículos liberados.

─ A ver... ¿qué te anda pasando hermoso?─ sujeté al perrito.

─Le pican los ojos...pensé que tenía unas basuritas, pero no ─ El Gordo estaba igual que siempre. Habrían pasado más de 5 años desde nuestro último cruce, en el centro de San Fernando; para entonces él recién se mudaba con su novia.

─Tiene lagañas. Es muy normal, pero te aconsejo que tengas la paciencia para limpiárselas periódicamente, sobre todo para que no se produzcan infecciones. Dos veces a la semana está más que bien ─ expliqué mientras tomaba unas gasas del botiquín y un frasco de solución fisiológica ─. Es fácil, sostenélo con cuidado y de arriba para abajo, y suavemente se las quitás─mostré y repetí el procedimiento con otra gasa en el ojo opuesto ─ . En caso que no tengas solución fisiológica, un té tibio de manzanilla también funciona.

11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora