Capítulo 19

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La operación de un cachorrito de Cocker llamado "Panda" había resultado bastante más complicada de lo que se presentaba en un principio; por suerte, todo habría salido de maravillas pese al mal momento inicial.

Con cierta carga emocional sobre mis hombros, salí de quirófano llegadas las 5:30 de la tarde y bastante angustiada. Supuse entonces que no sería solo aquel temor de perder al animal en sí lo que me agobiaba, sino que también, era palpable el momento del adiós con Joaquín.

Nuestra aventura romántica tendría como fecha de vencimiento el día de mañana. Ni más ni menos. Acordaríamos con él ventilar toda la verdad de una vez por todas, liberándonos del enorme malestar que nos acechaba desde hacía mucho tiempo atrás; pero eso no sería todo, también decidimos dejar de lado lo que sentíamos para separarnos, que cada uno fuese feliz o intentase serlo a su modo, sin causar más daño del que ya habíamos provocado.

Fuimos afortunados en que papá no hubiese muerto por nuestra culpa; nadie me quitaría eso de la cabeza. No habría sido un simple error de cálculo de su parte, sino que involuntariamente, nosotros lo habríamos arrinconado a que aquello ocurriese.

Arrojé el barbijo con furia a un tacho de basura y tomé asiento en uno de los bancos del pasillo que conducía al quirófano, para desplegar mi llanto atorado. Subí mis pies a la banca para abrazar mis piernas y reposar mi mejilla sobre las rodillas.

La angustia brotaba por mis ojos, el nudo en mi garganta parecía aflojarse con cada ahogo; cubrí mi cara con ambas manos, sintiendo vergüenza por mí misma. Era patética, egoísta y una cobarde. Patética porque me había enamorado de una persona que no debía, había sucumbido a mis bajos instintos y a una reacción desmedida de mi sexualidad; egoísta porque nunca dejaría de pensar en mí, en lo que yo quería con él y cobarde, porque aun reconociendo el daño que me haría a mí misma abandonándome a mi suerte, no era capaz de intentar ser feliz.

Ser feliz dolía y tenía su costo.

Paula se sentó a mi lado, sin comprender lo que me ocurría. ¿Cómo explicarle que en menos de 24 horas todos mis sueños, todas mis ilusiones y todos estos años mi vida tendrían que convertirse en un bollo de papel? Opté por lo más fácil y lo que me acostumbré a hacer en situaciones en donde la crisis me desbordaba: mentir, fingir que todo va a estar bien.

─ Ehhhh ¿qué pasa Gigi? ─me pasó su mano por el pelo, repasando la larga cola de caballo que caía sobre mi pecho.

─ Nada...el cachorrito estuvo a punto de irse ─confesé con algo de certeza mientras limpiaba mis ojos con el pañuelo que ella me ofrecía amablemente.

─ Ups...sí, a veces nos pega más fuerte que otras...pero por suerte salió todo bien, ¿no?

─Sí...─froté limpiando mi cara roja por el llanto.

Paula se levantó de un respingo y golpeó sus palmas.

─ Vine a traerte buenas noticias, vino tu chofer así que podes irte ─ intentó bromear para sacarme de de mi estado depresivo.

─ ¿Chofer? ─ pregunté sin entender, hasta que ella frunció la boca.

─Si, el chofer más caliente del mundo vino a buscarte...qué pena que sea tu hermano─ levantó sus hombros.

─ En realidad no lo es─ limpié mi nariz y tiré el papel al cesto.

─Bueno...casi.

─ ¡No!─ la fulminé con los ojos desmedidamente ─.¡No lo es Paula!

Debí haber sido bastante grosera, porque mi colega se apartó de mí un tanto alterada por la reacción que acababa de tener.

─ Perdonáme...estoy un poco...─froté mis sienes, justificándome.

11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora