Capítulo 13

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Jensen salió del cuarto de baño secándose el pelo con la toalla de forma distraída. Llevaba solamente la ropa interior que, como no, era blanca para que no se transparentara con la ropa.
Lo primero que le llamó la atención fue la alta figura de su Jared que se encontraba frente al espejo terminando de abrocharse los botones de su camisa de lino. Se le veía tan bien, vestido completamente de blanco, con su piel más tostada y sus mofletes algo enrojecidos a causa del sol.
Quería arrancarle la ropa a tiras, arrojarlo sobre la cama y devorarle por completo, sin cuidado, dejando marcas en cada centímetro de su cuerpo que, incluso las maquilladoras no pudieran ocultar.
Que todo el que viera una de sus pelis supiera que el nombre de Jensen Ackles estaba escrito a fuego en su alma.

-Ahora estás pensando cochinadas- dijo Jared y el mayor se dio cuenta por primera vez de que esos ojos cambiantes le estaban observando desde el espejo.

Se le subieron los colores al tiempo que se giraba hacia el armario para coger su ropa, tratando de parecer ocupado como si la mirada del pequeño no pudiera derretirle aunque estuviera fija en su coronilla.

-No sé de qué me hablas.
-Te advertí que puedo leer cada uno de tus pensamientos.
-Muy bien pues lee lo que pienso ahora...- "Te quiero aunque seas idiota", casi gritó internamente mientras se giraba sobre sus talones, tratando de parecer mosqueado.

El pequeño se acercó tomándolo de las mejillas para mirarlo de nuevo directamente a los ojos, de aquella manera escrutadora que convertía en papilla cada una de sus neuronas.

-Yo también te quiero- sonrió mientras veía como el mentón de Jensen caía prácticamente hasta el suelo- Intentaré obviar el insulto porque te ves adorable ahora mismo.
-Este juego se acabó- se retiró empezando a vestirse con cierta teatralidad.
-Vale, seré bueno y esperaré a que me digas las cosas antes de contestar.
-Genial- bufó yendo hasta el espejo para asegurarse de que estaba bien.

Jared le rodeó con sus brazos reposando su mentón sobre el hombro de su chico.

-Se nos ve bien, ¿eh?
-Sí bueno algunos más increíbles que otros- le devolvió el abrazo.
-¿Por qué dices eso?
-Oh, mírame y luego mírate. Eres Don Perfecto.
-Estarás diciendo esto para hacerme sentir mejor, ¿no?- rió el castaño.
-Pero mírame Jay, estoy rojo del sol y tengo mil manchas en la cara.
-Tienes un tostado precioso y me comería cada una de esas encantadoras pecas. Eres guapísimo.
-Tengo la impresión de que ninguno de los dos ganará esta batalla.
-Sí, yo también lo creo...- le giró para poder mirarlo cara a cara- Te amo.
-Yo también te amo- se puso un poco de puntillas para un beso lento y apasionado.
-Bueno, ¿estamos listos?
-Sí, solo deja que coja mi cartera y mis llaves- contestó acercándose a la mesita de noche de Jared para tomar la mochilita y sacar sus cosas de ella, trasladándolas a sus bolsillos.

Una vez hecho esto, salieron del dormitorio y bajaron uno detrás del otro las escaleras, parándose frente al espejo de la entrada a comprobar que todo estaba en su sitio.
Sus miradas se encontraron una vez más, sobre el mercurio, provocándoles a ambos una sonrisa de complicidad que solo reservaban para el otro.

-¿Dónde piensas llevarme a cenar?- preguntó el castaño acariciando la espalda baja de su Jensen.
-Es una sorpresa Jay- le tomó de la mano antes de salir a la calle- Aunque, recuerda, que pagas tú, ¿eh?

Decidieron no coger el coche porque iban a beber en la discoteca y, total, ninguno de los sitios a los que iban estaba lejos de la casa.
Caminaron de manera despreocupada sin importarles la gente que se les quedaba mirando, bien porque les hubieran reconocido o, bien porque les llamaran la atención.
Jensen se decidió por llevar a Jared a un restaurante de comida japonesa que a él le encantaba.
Tuvo que enseñar al pequeño a usar los palillos ya que nunca lo había hecho.
La mayor parte de la comida volvía a caer al plato antes de que llegara a la boca de Jared, quien empezaba a lloriquear como un niño, consiguiendo así varias risitas por parte de su rubio hasta que, finalmente, se rindió, pidiéndole un tenedor a mitad de la cena.

The Sex WorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora