Capítulo 21

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Después de seguir la ambulancia a toda velocidad, Jared y Megan llegaron al hospital, observando cómo los médicos tomaban la camilla de Jensen para llevarlo, sin perder tiempo, a una sala de operaciones.
El menor no pudo evitar perseguirlos hasta el último segundo, en el que finalmente una enfermera le impidió pasar.
A pesar de haber discutido con ella un rato, en el último momento decidió quedarse tranquilo en aquella sala de espera en la que todo olía a fuertes desinfectantes.
Jared tenía la vista fija en la luz roja que estaba encendida sobre la puerta doble por la que se habían llevado a su amor.
Sus ojos enrojecidos y cansados, picaban de vez en cuando, volviendo a gotear mientras su hermana no paraba de acariciarle la espalda y revolverle el cabello.
Medio hora había pasado desde que llegaron a aquel lugar cuando, de repente, la puerta de la sala de espera por la que habían llegado, se abrió dejando entrar a la hermana y la madre de Jensen.
Mackenzie no perdió tiempo para ir hacia donde estaba el castaño.

-Jared, ¿qué ha pasado?- preguntó la muchacha con la voz rota.

Él se levantó y sin mediar una palabra se abrazó fuertemente a la chica.

-Lo siento- dijo en un susurro, cuando las lágrimas se lo permitieron- Ha sido culpa mía.
-Jay- le consoló su hermana tomándole del hombro- Jay, por favor, eso no es cierto.
-¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo está Jensen?- preguntó Donna clocándose junto a su hija
-No nos han dicho nada por ahora- contesto Megan al ver que su hermano estaba demasiado afectado cuando, finalmente, se separó de Mackenzie.
-Perdona, no querría parecer grosera pero, ¿quién eres tú?- cuestionó esta vez la madre de Jensen, observando cómo la muchacha ayudaba a Jared a tomar asiento de nuevo.
-Soy la hermana de Jay, Megan- dijo alzando su mano- Siento que tengamos que conocernos en estas circunstancias.

La mujer le devolvió el saludo estrechando su mano con dulzura dejándola libre segundos después para dejar que su hija también la tomara.

-Sí, opino lo mismo... Soy Donna, la mamá de Jensen. Esta es mi hija, Mackenzie.
-Un gusto- comentó la aludida con una sonrisa que no llegó a su rostro- Por teléfono nos han dicho que le han disparado, ¿qué ha pasado exactamente?
-Estábamos en el aeropuerto y ese tipo apareció con una pistola. Empezó a apuntar a Jared y a decirle cosas horribles... Apretó el gatillo y... Oh Dios- lloró la chica- Yo creí que iba ver morir a mi hermano pero, de repente, él... Él apareció, se puso por medio.
>>Tu hermano le ha salvado, si no fuera por él, Jay estaría muerto.

Mack se quedó paralizada, escuchando cómo Megan relataba todo de forma nerviosa. Su cara blanca como la pared al escuchar la última afirmación de la más joven.
Había salvado a Jared pero eso significaba... ¿qué estaba muerto?
Su hermano...
No, no podía ser.

-No puede ser- dijo el castaño como si leyera sus pensamientos- No puedo, no puedo perderlo...
>>Todo es mi culpa. ¿Por qué tuvo que hacerlo? ¿Por qué? Preferiría estar muerto. La muerte sería mejor que saber que si ya no está es por mi culpa- alzó la voz, llorando otra vez de forma desesperada.
-Jared, no digas eso- habló Megan de forma tajante- Aún no sabemos que está pasando ahí dentro. Jensen se pondrá bien, ya lo verás.
-No, no... Todo es mi culpa.
-Tú no le pediste que se interpusiera entre una bala y tú.
-Le empujé a ello.
-Jared...
-Tú hubieras hecho lo mismo por él- argumentó Mackenzie sintiendo el temblor del miedo que invadía su cuerpo.

Jared la miró con temor y vergüenza antes de contestar.

-Eso no cambia nada.
-Sí que lo hace- le aseguró sentándose en la silla que quedaba libre junto a él- Lo hace...

Después de aquellas palabras un pétreo silencio inundó la habitación, dejándoles casi sin aire.
Los minutos pasaban de forma lenta y tediosa, pesando como losas en el pensamiento de cada uno de los que ocupaba esa sala de espera.
Tras la primera hora sin tener noticias, Megan hizo una llamada a Chad para explicarle todo lo que había pasado y pedirle que por favor se pasara para recoger al perrito ya que no quería dejar solo a su hermano.
Mack también llamó a su pareja y Donna recibió una llamada de su marido que, muy alertado por la noticia, se dispuso a coger un avión a Los Ángeles de forma inmediata.
La segunda hora en aquella habitación corrió como agua fría por las venas de cada uno.
Chad le dedicó palabas de aliento a su amigo que prácticamente ni le escuchó a causa del shock.
Más personas de la familia Ackles empezaron a llamar alertados por Alan y, al final, Mackenzie tuvo que pedirle a su madre que desconectara el móvil porque el sonido de los mensajes la estaba poniendo de los nervios.
Donna se paseaba de un lado a otro, incapaz de estarse quieta y Meg se levantaba de cuarto en cuarto de hora para beber agua, preguntándoles siempre a todos si querían que les trajera algo en especial. Siempre obtenía la misma respuesta: Negaciones silenciosas.
Dos horas y media esperando y aún no sabían nada.
La madre de Jensen se subía por la paredes bufando sin descanso que aquello no podía ser normal.
De vez en cuando, chillaba improperios contra los hospitales públicos diciendo que se llevaría a su hijo a un hospital de verdad en cuanto pudiera.
Jared no pudo evitar ver cómo su hermana rodaba los ojos cada vez que Donna hacía alguno de esos comentarios desagradables y, a veces, algo elitistas pero lo dejó pasar.
Comprendía que la mujer solo estaba buscando algo o alguien contra lo que rebelarse.
Pasaron unos veinticinco minutos más y, al fin, hubo movimiento.
Uno de los médicos salió, quitándose la mascarilla de la cara y colocándose en el centro de la sala. No tuvo que esperar mucho tiempo para que todos los presentes le rodearan.

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