Epílogo

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El suave aire de principios de septiembre volviéndose algo más fresco al atardecer después de un día inusualmente cálido para la fecha, hizo que Jensen se levantara de la cama corriendo las ligeras cortinas blancas para salir al balcón de su casa de Santa Mónica.
La brisa acarició su rostro proporcionándole una sensación de frescor al mezclarse con la humedad de su corto cabello.
Se apoyó en la barandilla de hierro esmaltado que quedaba apenas dos palmos más arriba de su cintura, observando cómo el sol teñía todo con su luz naranja. Suspiró, aquello era lo que necesitaba, tranquilidad y respirar el aire puro.
El olor a mar se estaba fundiendo con su piel tostada por el sol, tanto, que casi estaba empezando a notar el suave picor de la sal.
Entonces, unas manos grandes y fuertes recorrieron la piel de su espalda, haciéndola hervir mientras se ponía de gallina al mismo tiempo.
Sonrió intentando darse la vuelta para encontrarse con su novio pero este se lo impidió pegando sus caderas a la plancha de metal negro que componía la baranda opaca en toda su extensión.
Se sorprendió al sentir como el pequeño empezaba a besarle el cuello con lentitud. De su cabello castaño aún escurrían unas cuantas gotas de agua ya que apenas acababa de salir de la ducha.
Una vez más, el mayor trató de girarse pero, en esta ocasión, fue la pelvis de su niño lo que le estampó contra el metal.
Jensen comenzó a empalmarse al darse cuenta de la gente que paseaba por la calle justo frente a él.
Nadie parecía fijarse en ellos pero, para el rubio, la sensación de esos ojos clavándose en él, mirándole con lujuria o con curiosidad, era demasiado fuerte. Le desquiciaba.
Trató de revolverse, llevando una mano hacia atrás para separar la cadera de su chico, cuando notó que este no llevaba más que una toalla.
Jadeó con fuerza y, entonces, un suave bocado justo donde su pulso se aceleraba como loco en su cuello le hizo tambalearse, instándole a buscar apoyo con rapidez en la barandilla.

-Jared... No...
-Sshh. No querrás que nadie te mire, ¿o sí Jen? ¿Te gustaría que te observaran y se relamieran?
-N-no no, pa-pa-para- tartamudeó, notando como su cuerpo comenzaba a arder.

Podía sentir el pecho fuerte y bien formado de su pareja totalmente pegado a su espalda mientras su pelvis continuaba manteniéndole prisionero.
En ese momento, las manos de Jared se movieron de sus caderas a acariciar su bajo vientre, provocándole un fuerte tirón en la polla que le dejó temblando.
Los largos dedos del castaño juguetearon un poco hasta que, finalmente, desabrocharon el cierre de los pantalones vaqueros del mayor, antes de bajárselos junto a la ropa interior.
Jensen se mordió el labio con fuerza para evitar un gemido de puro gusto cuando notó el sexo del menor duro como una roca, pegando a su trasero.
Si no fuera por esa estúpida toalla, pensó el rubio pero, a partir de ahí, cualquier razonamiento se cortó. Sus neuronas fulminándose en el momento en que Jared cogió su sexo para refugiarlo dentro de su puño.
Sus fluidos se desbordaban de su glande sin parar y, notando como su columna empezaba a vibrar abrió los ojos, que ni siquiera se había dado cuenta de que había cerrado, para observar a un grupo de chicos que caminaban por la acera de manera distraída.

-Estás a punto de correrte- anunció el menor como si él mismo no lo supiera- Ni siquiera necesitas que te masturbe- rió dulcemente- Solo con decirte que nos están mirando...

Efectivamente, Jensen tembló como una hoja ante aquella afirmación.
Trató de contenerse porque sabía que Jared solo intentaba provocarle pero, lo cierto era que ya no podía más. Se empujó contra la mano de su niño solo una vez y se corrió de manera abundante, soltando un gemido incontenible.

-Oh, Jensen- jadeó el castaño empezando a bombearlo con rapidez, evitando que bajara de esa nube en la que el clímax lo tenía suspendido.
-Jay, Jay, por por fa-vor...- suplicó, notando como su miembro se llenaba una vez más, de manera perezosa.

Pero su novio no se detuvo, continuó masturbándolo a un ritmo constante mientras dejaba que la toalla resbalara finalmente por sus piernas.
La polla impresionantemente grande y dura de Jared encajó perfectamente entre sus nalgas, sacándole puros gemidos de placer al rubio que tuvo que morder sus labios con fuerza al notar como unas chicas que patinaban por el paseo, miraban a un lado y a otro, tratando de descubrir de donde procedía ese sonido.
La suave risa de su chico resonó como una tierna melodía en su oído. Realmente lo estaba volviendo completamente loco aquella vez.
Jensen podía notar ya sus piernas hechas mantequilla y su entrada palpitando con fuerza, al tiempo que su sexo volvía a gotear.
Llegó el momento en el que ese fuerte calor estaba amenazando con quemar a Jared con tanta intensidad que ya no pudo contenerse más. De una única y certera embestida entró por completo en Jensen.
El rubio, sorprendido, se mordió de nuevo el labio inferior, sintiendo esta vez el sabor férreo de la sangre llenando su boca.

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