Capítulo 2

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Lucy corrió hacia el laboratorio, Mikey se había ido, había dicho que no tenía ganas de asistir a la última clase. Seguramente no tenía ganas de verle la cara a Hemmings, y sí, esa era la principal razón por la que la pelirroja amaba las clases que se impartían en el laboratorio, en todas Luke se encontraba ahí, era asistente de los profesores de Química, Biología y Física, durante las prácticas en esas aulas.
—La única cosa aparentemente buena que ese idiota puede hacer —se quejaba siempre Michael.
Lucy puso los ojos en blanco, odiaba pensar en cuánto odiaba su amigo a Luke. Ni siquiera entendía porqué.

Cuando llegó sus compañeros seguían afuera, copiando las respuestas del libro o simplemente vagando por ahí. Se acercó a los casilleros, abrió el suyo y sacó su bata, mientras observaba al chico rubio que se acercaba por el pasillo.
El altísimo chico pasó junto a ella y se dirigió a abrir la puerta del laboratorio, al momento que la profesora de Biología hacía su aparición dentro del edificio.
La chica se deslizó dentro de la bata, tomó sus cosas e ingresó, siendo la primera, detrás de Luke.

—Vamos a estudiar las propiedades de la sangre —habló la maestra, mientras dejaba sus cosas en el escritorio del fondo, tomó un plumón y se acercó a la pizarra e hizo unas cuantas anotaciones. —Hemmings, trae —comenzó a contar las mesas de trabajo— cinco microscopios, cinco lancetas, una caja de cubre y porta objetos.
El chico asintió y se dirigió a la bodega del fondo.
—Trabajen con sus parejas.
La pelirrojita apretó los labios, Michael era su pareja.
—Uh ¿maestra? —Lucy alzó la mano.
—¿Sí, Stewart? —la maestra se giró a verla.
—No tengo pareja —murmuró, mientras se mordía la uña del dedo índice.
—¿Y Clifford? —la profesora puso los brazos en jarras.
—Ah, él no pudo asistir.
La maestra entornó los ojos y miró a la chica de pies a cabeza.
—Lo vi hoy en el almuerzo, no intentes cubrirlo Lucy.
La pequeña chica tragó saliva.
—Falta —exclamó la mujer, mientras hacía un rayón en su lista— Hemmings, trabajaras con esta chica.
Luke no dijo nada, mientras dejaba el material sobre la mesa de trabajo de la maestra. Miró a la sonrojada chica de arriba a abajo y luego se encogió de hombros.
—Está bien.
—Chicos, vengan y recojan su material.

El rubio y la chica no hablaron mientras él conectaba el microscopio; revisó que todo estuviera en orden y se giró a mirar a Lucy, si la chica se ponía de puntillas casi le llegaba al hombro.
—Necesitamos sangre —dijo el chico mientras juntaba los dedos e imitaba el acento del Conde Dracula.
Lucy sonrió tontamente.
—Ah, ¿a quién vamos a desangrar? —Luke, le sonrió de vuelta.
La pelirroja se cubrió la boca con el puño, pensando.
—Si quieres puedes sacarme sangre a mi, no creo necesitar tanta —rió el chico—. Además, solo necesitas —abrió el libro de la chica y buscó la información— una gota, menos de eso.
Lucy asintió.
—Necesito la lanceta —murmuró.
—Claro —el rubio se estiró, tomó el pequeño paquete y se lo tendió a la chica.
Ella le sonrió y luego intento abrirlo. Mierda, sus manos sudaban.
—¿Necesitas ayuda? —de nuevo Hemmings le dedicó aquella encantadora sonrisa.
Lucy asintió apenada, mientras el chico desempaquetaba el pequeño artefacto y ella se limpiaba discretamente en los jeans.
—Bien, haz lo tuyo —le dio la pequeñísima pieza de metal y estiró el dedo hacia ella, quien acunó su mano en la suya.
—¿Listo?
El chico asintió, mirándola a los ojos; ella apartó la vista.
Con la mano temblorosa clavó la lanceta en el dedo del chico y este dio un pequeño saltito.

Lucy se quitó la bata y la dejó dentro del casillero. Otra vez era la última de su curso en irse.
Se llevó la mochila al hombro y se giró para acomodarla, vio a Luke cerrando el laboratorio. El chico se acercó.
—Nos vemos Missy —se despidió y continuó su camino por el pasillo.
Lucy sonrió. Al menos el rubio había estado cerca de decir bien su nombre.

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