Capítulo 15

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—Uh, ¿se te perdió algo? —era el castaño con el que Luke había estado hablando; el chico enarcó una ceja mientras empujaba por el hombro a la pequeña pelirroja.
Ella le sostuvo aquella verde mirada llena de desprecio y se encogió un poco, mientras el chico se encaminaba a algún lugar lejos de ahí.
Lucy lo miró por el rabillo del ojo y continuó observándolo hasta que lo perdió de vista. Hizo una mueca, se giró en redondo y consideró el irse de ahí, a la enfermería, diría que había estado en el baño retorciéndose por los cólicos, le darían un comprimido y él tan útil papelito amarillo: un justificante y entraría a su clase como si nada más hubiera sucedido.
Se llevó el dedo índice a los labios y después comenzó a morderse la uña, pensativa.
Se encogió de hombros y decidió que antes de irse espiaría a Luke durante un ratito más.

Luke sonrió y, discretamente, desvío su mirada hacia dónde había visto ya varias veces la cabellera de Lucy.
Se quedó mirando unos segundos más, tal vez un minuto o dos, incluso pudieron haber sido tres, cuando Ross, la chica del lacio y corto cabello negro, chasqueó los dedos frente a él clamando por su atención, su novia Marie, una castaña alta y robusta de unos bonitos ojos color miel, le preguntaba por las fotografías que Liz les había hecho la semana pasada.
—¿Qué? —murmuró aletargado.
—Nuestras fotografías, duh —la más delgada se dio una suave palmada en la sien mientras le hacía muecas al rubio.
Luke tragó saliva y frunció el ceño.
—Ah, eso. No lo sé —se encogió de hombros, dando por terminada la conversación.
La de cabello negro puso los ojos en blanco entonces Marie se acercó y le besó suavemente los labios.
El rubio volvió a mirar en dirección a la pared.

La pelirroja se quedó sentada en el suelo, no había tenido las ganas para irse a la enfermería ni el valor para ir donde Hemmings.
Al fin se levantó, se sacudió los jeans y se estiró.
Suspiró.
¿Y si se asomaba una vez más? tal vez incluso en ese momento tendría el valor de acercarse.
Se tronó los dedos y sorbió por la nariz, haciendo una mueca. Luego comenzó a balancearse sobre sus talones como posponiendo lo inevitable.
Miró hacia el cielo y entonces volvió a asomar la cabeza.
Esta vez no chocó contra el pecho de nadie, sino que su nariz se encontró con la de alguien más.

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