Capítulo 23

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La camioneta aparcó fuera de la casa de Lucy al diez para las seis; el chico se bajó a tocar el timbre con una hermosa rosa pálida en la mano.
A Luke le pareció escuchar como corrían por las escaleras, segundos después la pelirroja se encontraba abriendo la puerta. El rubio pensó que estaba encantadora con aquella faldita azul, el esponjoso suéter del mismo color pero un tono más claro y las discretas plataformas que la hacían ganar no más de cinco centímetros de altura. Le encantaba la manera en que las medias se ceñían a sus piernas; Lucy le gustaba, le gustaba demasiado.
—¿Lista?
La chica solo sonrió. El rubio le tendió el brazo y ella lo tomó.
Únicamente jaló el picaporte de la puerta y se dirigió junto al chico hacia el auto.
La acompañó hasta la puerta del copiloto, abrió y le ayudó a subir.
La pelirroja podía sentir como desde la parte de atrás se escabullía un ligero aroma a tabaco, menta y algo más; sobre todo podía sentir el olor del aromatizante de "brisa marina". Se imaginó a Luke, una noche de viernes, al volante; Tucker, Ross y Marie en el asiento trasero, desde el retrovisor se podía ver el tabaco encendido, iluminándose más con cada calada que le daban los chicos, las latas de cerveza tintineaban en el suelo de la última fila de asientos y una chica en el asiento junto a Luke; se imaginaba como él tomaba su mano y la besaba delicadamente. Y quería ser ella, de verdad deseaba un día poder ser ella.
—¿Lucy? ¿estás bien? —Luke sonrió.
—Uh, sí —le devolvió el gesto.
—¿En qué piensas?
«—En lo divertido que debe ser estar contigo y tus amigos, salir todos a una fiesta en la noche, pienso en sus risas y como en realidad no encajo en todo esto— se dijo a sí misma».
—En nada en especial —respondió.
—¿Segura? —el chico la miró de soslayo.
Lucy se armó de valor, se acercó y besó al rubio en la mejilla; él se ruborizó, encendió el auto y comenzó a conducir con una enorme sonrisa adornando su rostro.

La pelirroja tragó saliva, sentía que sus manos comenzarían a sudar. Todavía faltaba un tramo de camino para llegar a la plaza. En ningún momento alguno de los dos adolescentes pronunció palabra y eso solo hacía aumentar el nerviosismo de la pequeña chica, sentía que debía llenar ese vacío o si no todo se iría al traste pero ¿qué podía decirle a Luke?
—Me encanta como te queda ese suéter —habló como si le hubiera leído la mente.
—¿De verdad?
—Sí —contestó animado—; también me gusta cuando usas medias; me gustan las medias, como se te ven quiero decir —comenzó a bajar su tono de voz— además pocas personas usan medias —se silenció.
Lucy comenzó a reír.
—Creo que estoy siendo un poco estúpido.
—Para nada —comentó ella.
El chico sonrió; tomó su mano y la besó.
Y en ese momento la pelirroja se derritió.

Aparcaron cerca de uno de los accesos principales de la plaza. El lugar se encontraba atestado y hervía de actividad. Filas de autos impedían el paso a algunos de los cientos de personas que entraban y salían del recinto por las puertas de cristal automáticas.
Luke no sabía si tomar la mano de Lucy. Optó por no hacerlo, hasta que tuvieron que atravesar la zona de comidas y, para no perderla tuvo que aferrar su delicada mano. A ambos les sudaban.
Después de atravesar la barrera de cuerpos lograron llegar a la pista de hielo.
—Espérame aquí— dijo él, mientras tomaba a la chica de los hombros y la sentaba en una banca. Ella inclinó la cabeza a la derecha y asintió.
Luke recordó aquella escena de "El cadáver de la novia", la única diferencia era que él no abandonaría a Lucy, eso y que ambos estaban vivos, por supuesto.
Se encaminó a la taquilla.
—Hola, ¿me podría dar dos tickets? —le dijo a la mujer tras la ventanilla, al tiempo que sacaba la cartera de su bolsillo trasero.
—Ay, cariño, como lo siento. No hay cupo, estamos llenos.
El rubio parpadeó dos veces.
—Oh, bueno —vaciló—, gracias.
Sonrió y se alejó de la ventanilla. Arrugó la nariz y se restregó la mano por la cara.
—¿Todo bien? —cuestionó la pelirroja en cuanto lo tuvo cerca.
El chico hizo descender su labio inferior en una extraña mueca.
—No tienen cupo —arrugó la nariz y cerró él ojo izquierdo.
—No hay problema —Lucy se levantó—, ¿alguna vez has ido a la sala de juegos del segundo nivel?
Luke negó con la cabeza. Mentira, por supuesto que había entrado allí, hace seis o siete años y después de eso no había vuelto jamás.

El arcade estaba atestado de niños corriendo de un lado a otro y el piso alfombrado ahogaba el sonido de sus pequeños pasos; era un lugar con paredes oscuras pero terriblemente iluminado por las pantallas de los videojuegos, simuladores y las luces de neón de las demás atracciones; al fondo había una fuente de sodas y unos metros a la derecha, separada por diversas máquinas, se encontraba la tienda de premios. Un carrusel se encontraba en la parte de afuera, bañado de una iluminación dorada.
—Vamos —chilló la chica y se adentraron en el lugar.
Un niño corrió a su lado y se abrazó de las piernas de Luke, intentando ocultarse de su madre, que lo perseguía para al fin poder marcharse.
—Evan, ven aquí —dijo la mujer, mientras se ponía en cuclillas frente a los chicos y les sonreía a modo de disculpa.
El pequeño miró a Luke y le sonrió, dejándole ver una pequeña ventana entre sus dientes.
—Hey, ¿qué tal campeón? —le saludó igualmente con una sonrisa.
Lucy no pudo contenerse y se agachó junto a él; le susurró unas cosas al oído, el chiquillo hizo un par de gestos y después corrió entre risas a los brazos de su madre.
La mujer cargó a su pequeño y se lo llevó, no sin antes agradecerle a la pelirroja.
Luke la miró con detenimiento; estaba sonrojada y le brillaban los ojos. Pensó que un día podrían ser excelentes padres.

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⏰ Última actualización: Feb 18, 2017 ⏰

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