Capítulo 11

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Lucy sintió como su corazón daba un vuelco y su respiración se volvía más pesada; al igual que la de Luke.
El chico no podía apartar su vista de los ojos de la chica; solo lo hizo una vez en esos eternos segundos que se miraron, y fue para dirigir la vista a sus labios.
Se moría por poder besarla, nunca en su vida había deseado tanto algo.
Se acercó un poco más a la pelirroja.
Ella tragó saliva de la manera más discreta que pudo y también, poco a poquito, intentó acortar la distancia entre ellos.
Y de último momento el pánico la asaltó.
—Mi animal favorito es la cebra —dijo abriendo los ojos como platos, enrojeciendo a más no poder e, instintivamente, haciéndose hacia atrás—. No me has dicho cuál es el tuyo —murmuró apenada e intentando componer su error.
Ahora Luke pensaría que Lucy estaba evitando besarlo, cuando se trataba de todo lo contrario.
El rubio se rascó la nuca, mientras apartaba la mirada, si seguía observándola no aguantaría y esta vez, aunque fuera sin su consentimiento, devoraría sus labios.
—Los pingüinos —intentó sonreír.
La pelirrojita suspiró.
Definitivamente la había cagado.

Michael puso los ojos en blanco, estaba harto.
—De verdad, si yo fuera una chica no dudaría en salir contigo; te hablaría todos los días, te acosaría sin que te dieras cuenta, hasta te haría pizza —dijo enumerando cada acción con los dedos.
—Ya te entendí, ¿podemos hablar de otra cosa?
El chico hizo un gesto.
—No te sientas mal, no sé qué le ve Lucy a la jirafa estúpida de Luke —le dio una palmada en el hombro— tú tienes muchísima mejor personalidad y —comenzó a dudar un momento— tu cabello... ¿es verde y genial? —frunció el ceño, arqueando la ceja.
Mikey exhaló lentamente; estaba a punto de estrangular a su mejor amigo.
—¿Crees que deberíamos de seguir aplicando a ley del hielo a Lucy? —Hood infló las mejillas.
El de cabello verde gruñó, se pasó la mano por la cara e hizo acopio de todas sus fuerzas para no golpear al delgado chico a su lado.

—Tengo clase —Lucy se levantó torpemente y se sacudió el pasto de los jeans.
—Te acompaño —le contestó Hemmings mientras, de manera mucho más ágil, se ponía en pie y se plantaba a su lado.
Le tendió la mano a la chica y ella, un tanto vacilante, la tomó.
El rubio tragó saliva, incomodo; su mano había comenzado a sudar.
Lucy lo pasó por alto, ella tenía ese problema.

—Eh, te veo luego —él esbozó una pequeña sonrisa, mientras evitaba mirar a su acompañante a la cara.
—Sí, nos vemos —la chica se encogió de hombros.
Luke dio unos cuantos saltitos en su lugar, ansioso. Mientras los alumnos que regresaban al edificio se aglomeraban frente a las aulas y a su al rededor.
—Adiós —murmuró.
La pelirroja sonrío sin mostrar los dientes.
—Adiós —repitió.
El rubio inhaló, inflando el pecho, se acercó vacilante y plantó por completo sus labios en la mejilla de la chica.
Ella se quedó boquiabierta.
—Nos vemos Lucy —se fue, con las mejillas ardiendo y sin dejar de observar a la chica.
¡¿Luke Hemmings se había sonrojado?! y Lucy era la culpable.
Se llevó la mano a la mejilla.
—Que bien, felicidades.
Michael, intentando controlar su furia, posó su mano en el hombro de su amiga. Como siempre, su mala suerte lo había hecho estar ahí para verlo todo.

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