Capítulo 13

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Narra Rubby:

Otra mañana súper aburrida en un mundo súper aburrido con gente súper aburrida. Así son todas mis madrugadas, como decirlo... Ajá... ¡ABURRIDAS!

Y es cierto, llovía a mares y por eso mi padre me llevaría en su furgoneta hasta el colegio.

No sabéis lo que es, ir al instituto con el ridículo vehículo de mi padre. Se burlarían de mí. Odiaba los días de lluvia. ¿Qué mejor que el dulce y hermoso sol? Tan centelleante como siempre y con ese brillo tan hondamente especial.

Nada más llegar, me encuentro con Castiel en la entrada. Carol y él se ríen mientras conversan abiertamente. Sonrío nada más verles y me encamino hacia ellos.

Apoyo una mano sobre el hombro de Cas y este se voltea en un par de segundos.

Me sonríe achuchándome como una niña pequeña y me mira a los ojos preguntándome que tal me ha ido el fin de semana.

Como siempre, no doy explicaciones posibles ya que no hay mucho que objectar. Asiento mirando hacia arriba e intento sonreír.

- Supongo que bien aunque no he tenido noticias de Annie y Dory... Está totalmente desaparecida desde el viernes pasado. ¿Qué coño le pasará? - pregunto curiosa con el ceño fruncido.
Es cierto, Dory y su comportamiento tan extraño me mantenían en vilo. ¿En qué parte de su mente se encontraba cuando estaba en babia? ¿En el mundo de Dory o en la Luna?
Tantas preguntas sin respuesta... Vaya...

- Tal vez, el viejo haya palmado y por eso este así - arquea una ceja mirándome increíblemente sexy. Esa perversión tan propia de Castiel. Ese puntilleo de ironía que impregnaba en sus palabras... Volteo los ojos pegándole suave en el pecho y con la atenta mirada de Carol en mi cogote.

- Eres el ser más gillipollas que conozco, Cas - protesto mientras Carol desvía la mirada hacia su lado derecho.

Castiel le sigue con la mirada y observa en esa misma dirección. Descoordinada, sigo sus pasos y veo al nuevo pasar justamente por nuestro lado.

Me quedo embobada mirándole. Esos ojos tan penetrantes, la cabeza gacha, rostro temiblemente serio, tez pálida, bastante flacucho para mi gusto y ese cabello rubio apagado. Pasa por nuestro lado sin ni siquiera dirigirnos la mirada y sigue su curso hasta que desaparece de nuestra vista.

Aunque mucha gente le tema por su aspecto de chico malo a mi me parece un buen chico y con un corazón enorme.

Ya sabes lo que dicen, las apariencias engañan y no me atrevía a probar suerte. Hago una mueca con los labios y Castiel me saca inoportunamente de mi mente macabra.

- ¡Ey! ¿Rub, estás aquí o en el planeta de los unicornios blancos que lanzan arcoiris por los cuernos? - me distrajo arqueando las cejas mientras chasqueaba los dedos frente a mi rostro.

Abro los ojos con claridad y ladeó la cabeza de un lado a otro para salir de mi aturdimiento.

- Yo creo que está en el planeta del tio pringado - se burla Carol observando mis gestos.

- ¿Del tio pringado? ¿Así lo habéis apodado? - gruño para mis adentros.

Odio que se metan con la gente que ni siquiera tuvieron el gusto de conocerla. Habitualmente, siempre lo hacían y eso hacía que mis orejas echaran humo y mi garganta amenazara con echar fuego fuertemente. Exacto. Como los dragones. Me ponía histérica y ellos lo hacían aposta solo para verme en ese estado.

- Todo el mundo lo dice. Va de chico malo por la vida pero en realidad es un puto pringado que se pasa horas y horas en la biblioteca del instituto - insinua Castiel con una mueca reprobatoria.

- ¿Por qué este en la biblio ya es un don nadie? ¿Un friki que le mola el hecho de estudiar? Yo acudo muchas veces a la biblioteca a ESTUDIAR y por eso no soy una pringada - me cruzo de brazos resignada y amenazante mirando las reacciones de ambos.

Carol me mira estupefacta y Castiel mantiene una cara inexpresiva.

- ¿Sabes? Aunque te guste no tienes porque defenderlo. Tiene lengua - menciona Castiel mirándome de arriba a abajo con una mueca de asco.

- ¿Gustarme? Perdona, pero no soy como tú. No me "enamoro a primera vista" - pongo los ojos en blanco ajustando mi bandolera.

- Por favor, solo hay que ver como le miras, como le defiendes, como hablas de él... Hasta que punto le conoces...- exclama Carol a la defensiva.

Me quedo sin palabras. ¿En serio hablo tanto de él? Pero si ni siquiera sé su nombre... Me mantengo con el ceño fruncido, impasible.

- Me da igual lo que me digáis. Odio que opinéis así de la gente.

Castiel me estudia con una sonrisa burlona.

- Vámonos, Carol. Antes de que se nos pegue algo - ríe mientras coge a ella del brazo y tira a su vez empezando a caminar.

Hago una mueca y vuelvo a cruzarme de brazos. Decido encaminarme hacia clase mientras mi mente no deja de dar vueltas. No por el hecho de que Cas y Carol se hayan metido conmigo si no por sus palabras. Nunca me había parado a pensar en lo mucho que hablo de él y aún sin conocerle apenas de nada. ¿Qué sé de él?

¿Qué le gusta la literatura, los concursos de miradas, hacer bromas despiadadas y pasarse horas y horas en la biblioteca?

Llego al pasillo de mi curso y busco mi clase entre todas.

Frente a esta se encuentra un grupo de chavales más o menos de mi edad charlando tranquilamente apoyados en las taquillas.

Accedo a la mía que se encuentra a pocos centímetros de ellos y percibo de lo que hablan mientras paso desapercibida.

- ...Yo lo escuché en los informativos esta mañana y te aseguro que pensé que era una broma pesada pero luego recordé que no era el día de los inocentes - dice el más alto de todos en un tono bastante alcanzable.

- A mi me lo contó mi mamá y les juro que casi no pude pegar ojo esta noche - pronuncia el gordinflón mientras se termina un enorme bocadillo de jamón y queso.

- La señora Clarson era sin duda la mejor maestra del instituto. La echaré en falta - vuelve a entrometerse un rubio teñido mientras mete sus manos en los bolsillos.

¿La señorita Clarson? ¿Qué ha ocurrido con ella?

- Yo sigo sin creérmelo. ¿Qué fue disparada por un revólver? ¡Coño! ¿Quién utiliza revólveres en este século? - alza la voz el alto de nuevo. Tiene una voz muy chillona. Eso me provoca escalofríos.

¿¿Qué?? ¿Cómo ha podido ser asesinada?

Mis manos comienzan a sudar rápidamente, los nervios se apoderan de mi. No puedo seguir escuchando. Pongo mi mano sobre la boca cerrando los ojos con fuerza tras un lamento y guardo las cosas de mi taquilla siguiendo mi camino.

Entro en clase, me sorprende ver al nuevo rebuscando el los cajones de la mesa de la profesora. ¿Qué coño...?

Roja ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora