Narra Dory:
Genial, Mihael me ha metido en un buen lío.
Siempre aparece en el momento más oportuno.
Me encuentro sentada frente al despacho de la directora. El profesor me ha pedido que le contara las razones de mi comportamiento infortuito.Me cruzo de piernas, la verdad es que tendría que estar poniendo mis neuronas a funcionar, debía de hayar una buena mentira para contar a la directora pero en vez de eso, mi mente estaba aún consumida en Mihael. Sentir sus caricias cerca de mi ser fue como si alguien detuviera el tiempo en el momento exacto.
Está claro que no estoy loca, ni son cosas de mi imaginación.
Mihael existe aunque por casualidad, solo pueda verlo yo con mis propios ojos.Sus palabras me dejaron perpleja.
Mi alma no era pura, no soy tan buena como para merecerme ese puesto.
¿Y qué ocurre con mi abuelo?
Él también es un ángel y por una extraña maldición, me va a tocar a mi serlo también.
¿Pero por qué todo este tiempo ha podido hacerlo sin mi ayuda?
¿Por qué ha actuado sólo en una misión tan verdaderamente importante?Siento un fuerte dolor de cabeza como infinitos chispazos entrelazados que cada vez se vuelven más y más intensos.
Tantas preguntas y tan pocas respuestas.
¿Un ángel de la virtud? ¿El que ayuda a personas inocentes que no son capaces de controlarse?
¿Por qué no pueden hacerlo ellas solas?
¡Ahhh! Mi cabeza va a estallar de un momento a otro.Mihael, me lo había explicado tantas veces y ninguna de ellas le había hecho caso. Pensando que él era producto de mi imaginación y también que posiblemente me estaba volviendo loca por momentos.
- ¿Dorinda Bennett? - anuncia el secretario que se encuentra frente a mí y me mira por encima de sus lentes de culo de vaso.
Alzo la mirada. Me ha sacado de mis múltiples y disparatados pensamientos.
Me levanto de mi asiento cogiendo mi cazadora. De un momento a otro, me doy cuenta de que soy la única que queda en la sala.
Me toca a mí.
- La directora la está aguardando - me susurra mientras caminamos hasta el despacho de la tortura.
Me abre la puerta invitándome a pasar.
La señorita Harrinson se encuentra bastante concentrada rellenando unos papeles. La verdad es que en lo único que puedo fijarme es en el montón de papeles que tenía justo a su lado. Sobre la mesa del mal.Es como si fuera una jueza dictando sentencia.
Pocas veces, había estado aquí y la mayoría de ellas habría deseado salir escopeteada de aquí. Por desgracia, nunca pude escaquearme.El secretario se marcha cerrando la puerta y observándonos por última vez.
- Siéntate, Dorinda - me dice con amabilidad.
Oh no, ya empezamos. Primero se hace la buena y luego, cambia totalmente su expresión.
Accedo y me siento justo enfrente de su mesa.
- Me ha contado el señor Darris tu extraño comportamiento durante su clase. Parecías tan atenta a la clase y de repente, aclamaste un nombre, así sin más. Cuéntame, ¿tienes problemas familiares? - me observa fijamente juntando ambas manos.
Niego con la cabeza y bajo la mirada. Me intimida lo suficiente. Soy incapaz de mirarle a la cara.
- ¿Problemas con los chicos, con las amigas? Alguien te está molestando últimamente? - sigue insistiendo cambiando su expresión.
Sí, la verdad es que un tio con alas se está metiendo en mi vida habitualmente.
Vuelvo a ladear la cabeza de un lugar a otro.
- ¿Entonces? ¿Por qué hiciste eso?
¡PORQUE NO ME RESPONDÍA!
Mihael, se largó así sin más y no pude hacer nada.Me encojo de hombros sin saber que responder.
- Dorinda... - exclama mirándome fijamente.
No soporto que me llamen así...
Es un nombre espantoso. Aún se la tengo jurada a mi madre por eso.- Sabes que puedes confiar en mí - me sonríe ofreciéndome confianza.
Sigo sumida en mis entrañas.
Alzo la mirada de nuevo.
Una imagen se me hace conocida.
Comienza a cobrar color rapidamente.Puedo distinguir a Mihael. De nuevo, con su gavardina, color beys y ese pelo tan bien peinado.
Se apoya cerca en la ventana y con los brazos cruzados, me observa lleno de ternura.
- Si no quieres contármelo a mí, tal vez, tengas que acudir a la psicóloga del instituto. Un par de sesiones no te harán mal - vuelve a mencionar la directora.
¡Maldita traidora! Sabe que todos los del instituto odian a esa hippie drogada que en vez de aconsejarte, te mina aún más la moral.
- No creo que haga falta, señora Harrinson... - susurro jugueteando con mis manos y volviendo a centrar mi mirada en ella.
- Oh, claro que sí. Se lo diré en cuanto la vea - abre uno de sus cajones hablando como si te planteara un desafío y saca un pequeño cuaderno donde lo deja muy bien escrito para no olvidarse de ello.
- No deberías de estar aquí. Deberías de estar ayudando a esa persona y no perdiendo el tiempo con cosas innecesarias - interviene Mihael.
Bajo la mirada fingiendo que no lo escucho.
¿Por qué estará tan empeñado en que lo haga? ¡Ni que lo fuera a salvar a él!
- Sé lo que piensas y no es porque tenga telepatía si no porque tus gestos te delatan - me aclara acercándose a mí.
Miro a los alrededores, la directora se ha quedado paralizada. No se mueve. Contemplo las vistas por la ventana.
El viento ha cesado y los pájaros tampoco reaccionan.Inspeciono todos los alrededores. Nadie se mueve excepto yo. ¿Qué coño está pasando?
Me levanto y zarandeo a la directora.
- ¡Señorita Harrinson! ¡Señorita...! - sigue inmóvil y no responde.
- ¿Ves esto? - interrumpe Mihael sonriéndome - Es obra de tu misericordia.
- ¿Mi obra? ¿Estás diciendo que yo he hecho esto? - alzo la voz volteándome para mirarlo con exactitud.
- Sí. Tú has paralizado el tiempo. Has encontrado tu otro don.
- Me estás mintiendo. ¿Cómo...? - dejo las palabras en el aire.
Veo como se acerca a mí.
- Tus ganas de responderme y de prestarme atención son insaciables. Por eso lo has hecho. Tú, has descubierto por tú sola tu don. Sin mi ayuda - me explica con ternura y en un susurro.
- Pero... yo...
- ¿De verdad quieres ir al psicólogo? - me interrumpe.
- No. Por supuesto que no.
- Bien - alza su mano tendiéndomela - Entonces, coje mi mano - me observa fijamente esperando mi respuesta.
Dudo durante unos segundos. Alzo la mirada encontrándome con sus ojos azules.
- Solo tienes que fiarte de mí - menciona sin mover la mano.
Hago una mueca y agarro su mano con fuerza.
Él me envuelve con sus brazos y apoya su mentón en mi hombro.
- Ahora cierra los ojos - pronuncia por última vez.
Los cierro y al abrirlos, él ya no está aunque aún puedo sentir su olor y la ternura de sus brazos abrazándome.
Y fue cuando me di cuenta.
Mihael, siempre aparece en el momento exacto.No tenía tiempo de ponerme a pensar, tenía una misión que cumplir...
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Roja Obsesión
FantastiqueÁngeles, demonios... Monstruos sin piedad Que actúan como Dios Sin ninguna muestra de bondad Vampiros, lobos... Se suman a la maldad Siguiéndoles como completos bobos Esa es la cruda realidad. ¿Es qué nadie les salvará de la verdad? ~ Gabriel Mille...