Capítulo 8

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Narra Gabe:


Aguardo a Daniel en el comedor como me dijo, pero no aparece.

Suspiro en un gruñido y recojo mi carpeta junto con mi libro.

Camino directo a la siguiente clase. La verdad es que al ver el rollazo de clase que me toca... Se me quitaron las ganas.

Me apoyo al lado de la puerta de clase y observo a la nada pensativo. De momento, no he encontrado nada de lo que busco. Cada vez me siento más perdido.
Supongo que me va a llevar más tiempo encontrarla de lo que creía.

Unos sollozos bastante fuertes y sonoros me distraen de mis pensamientos.

Noto como cada vez se hacen más y más profundos.

Ok, iré a mirar...

Volví a colocarme la bandolera quedando la tira sobre mi hombro derecho.

Me dispongo a caminar dispuesto a ayudar a aquel sollozo. Triste, obsoleto, sensible, lastimado.

Cruzo el pasillo mirando los alrededores.
Cierro los ojos poniendo la mente en blanco. Debo de descubrir de donde proceden y para eso tengo que estar verdaderamente concentrado.

Paralizo mi cuerpo durante unos segundos alejando cualquier pensamiento intruso de mi.

Vuelvo a escuchar los lloros insaciables.

Oh bien, el cuarto de la limpieza.
Si mi rastreador no falla, debe de estar ahí.

Decido comprobarlo primero así que me apoyo en la puerta y pego mi oído a la misma para escuchar lo máximo posible.

No oigo nada de nada. No creo que eso sea bueno. Mis expectativas aún vuelto a fallar. Ahora entiendo la frase que dice: " Nunca hagas caso a tu mente. Haz lo contrario siempre de lo que ella te diga".
¿Verdad?
Ahora la véis de otra forma.

Bien, seguí caminando. Decidí hacer lo mismo con la puerta consiguiente a la del cuarto de limpieza.

La inspecciono e ilumino una sonrisa al momento.

La suerte vuelve a estar de mi parte. Puedo volver a oírla. Está tras ella, sollozando sin parar.

Tengo que entrar ahí, todos necesitamos una subida de ánimo de vez en cuando.

Dicen que cuando les cuentas tu vida, les parece mucho peor que la suya y dejan de compadecerse por si mismos.

Pero... Miro el cartelito de reojo que se encuentra en la puerta.

¡Mierda! Es el baño de tias. Me miraran raro y me tomaran por un pervertido si me ven dentro.

Refunfuño volviendo a escucharla. Volteo los ojos y llamo a la puerta.

Ella permanece al otro lado sin inmutarse y me ignora.

Vuelvo a llamar a la puerta. Me dejará pasar si o si.

- ¡Ocupado! - susurra elevando un poco la voz pero no mucho ya que las lágrimas se apoderan de ella.

Apoyo mi frente en la puerta y respiro profundamente.

- Oye, aunque te parezca extraño y... no te conozca de nada - me rasco la barbilla - Solo pretendo ayudarte. No me gusta ver llorar a una dama.

- Déjame, por favor. Te aseguro que no me pasa nada... -murmura entre dientes - Y aunque fuera así, tú serías la última persona a la que se lo contara.

Sonrío. Esta mujer tiene más genio de lo que creía.

- ¿Por ser un tio o por no conocerme de nada? - alzo una ceja y me siento frente a la puerta aguardando su respuesta.

- No sé. Dímelo tú - dice. Sus sollozos ya se han calmado.

Vuelvo a sonreír.

- Me llamo Gabe, ¿y tú? - intento ser amable.

Noto un suspiro desde el otro lado.

- Dory.

Apoyo mi cabeza en la puerta mirando hacia arriba.

- Bien, vamos progresando. ¿En qué clase vas?

- En 1 de bachiller, A.

Escucho como se suena la nariz.
Ya se encuentra mucho más tranquila.

- Así que vas a la misma clase que yo... -murmuro.

Nunca conseguiré saber quien es.
No responde y permanece callada.

- Escucha... - pienso el nombre un momento - Dory, todos tenemos problemas. No quiero aburrirte con mi vida pero... Yo también tengo. Por ejemplo, mi sobrino Ty me está acogiendo en su casa, estoy viviendo en un pueblo que me repugna y ser el nuevo... no es tan bueno como dicen. Te tratan como si no fueras como ellos, como si fueras un ser diferente. ¿Entiendes? No sé que de grave es tu problema pero te recuerdo que todo tiene solución - me lo curro bastante para convencerla.

- Menos la muerte - decide continuar la frase por mí.

- Bueno, quien sabe - me rasco la nuca - Tal vez...

Escucho como ríe desde el interior del baño. Se levanta, creo.

Aunque escucho su respiración aún muy cerca.

- Pasa. Está abierto - dice con claridad.

Me levantó sorprendido y abro la puerta girando el pomo con lentitud.

La contemplo, me resulta familiar.

Camino hacia el interior. La puerta que se encuentra detrás de mí se cierra rápidamente como si una fuerza le empujara a hacerlo.

- ¿Has visto eso? - exclamo sorprendido mirando la puerta.

Ella baja la cabeza.

- No es de extrañar... - dice nerviosa - Hace mucha corriente en los baños.

- Me resultas familiar - murmuro apartando la mirada de la puerta y caminando alrededor de ella para contemplarla mejor.

- Es que creo que me tropecé contigo esta mañana. También me suena tu rostro - frunce el ceño.

Me paro frente a ella ya que su ritmo cardíaco está aumentando rápidamente. Tantas vueltas deben de ponerle nerviosa.

- Perdona, no puedo estar quieto - me explico mirándole.

- No pasa nada. Tu móvil... ¿Sigue funcionando?

- Sí, es muy duro - no me cambies de tema - Dory, ¿qué te ocurre? - expreso cambiando mi expresión facial.

- Nada, asuntos familares. Algunas veces pueden ser... un verdadero desastre - menciona.

- ¿Solo eso? - alzo una ceja.

Ella levanta la vista.

- La verdad es que... - me mira fijamente.

La puerta del baño se abre.
Oh no, no quiero que me tomen por un pervertido.

Dory parece entretenida mirando hacia la puerta.

Doy unos pasos hacia el lado y desaparezco lo antes posible sin ser descubierto. Es lo mejor, ya llevo un día espantoso y no me gustaría empeorarlo aún más.






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