Ángeles, demonios...
Monstruos sin piedad
Que actúan como Dios
Sin ninguna muestra de bondad
Vampiros, lobos...
Se suman a la maldad
Siguiéndoles como completos bobos
Esa es la cruda realidad.
¿Es qué nadie les salvará de la verdad?
~ Gabriel Mille...
Estoy muy asustada, tal vez esconderme eternamente no me sirva de nada pero tengo mucho miedo. El terror me recorre las venas porque la vibración que sentí cuando Gabe me tocó fue escalofriante. Mi mente logró ver cosas que en mi vida había visto.
Una mujer muy bella y peliroja arrancándole el corazón a alguien de cuajo.
No sé que puede significar, solo sé que me trae malas vibraciones y no pienso salir de mi cuarto hasta que descubra que está pasando. No...
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Una voz me saca de mis pensamientos. Me miro en el espejo una última vez bastante aturdida.
Mis pupilas están totalmente perdidas y las ojeras me llegan casi a las mejillas. Cabello despeinado, rímel corrido, ropa holgada y triste y labios secos. Sí, parezco una muerte viviente.
Salgo de la habitación con la intención de calmar mi instinto cotilla. Los murmullos se hacen cada vez más pronunciados según me voy acercando a la habitación de mi hermano.
- ¡Déjala en paz! Ella no tiene nada que ver en esto - dice una voz bastante enfadada y molesta. Claramente, es la de mi hermano.
- No me hagas reír...
La otra persona se escucha muy bajo, casi es inaudible.
No sé quien es. No reconozco su voz pero su semblante es irónico y grave.
Abro la puerta con delicaleza y me asomo al interior con una mueca inocente. Un hombre con un aire diabólico y los ojos totalmente oscuros y sin vida se enfrenta a mi hermano que parece estar totalmente indefenso.
-No sé quien cojones es Gabe. No me involucres en tus planes, Parks -brama de repente volteándose. Su rostro tiene un aspecto extraño.
Sus venas se marcan más de lo normal, tiene la cara roja del enfado y unos colmillos se asoman ligeramente. Lo que ven mis ojos me dejan petrificada. Echo un pequeño grito mientras me inclino sobre la puerta y bajo hasta quedar sentada sobre mis piernas.
Ambos se dan cuenta de mi presencia. Mi hermano camina hacia mí con rapidez.
Me aparto y gateo hasta la otra punta de la habitación con ojos lagrimosos.
- ¡No me toques! ¿Quién coño eres? -grito alejándolo de mí.
Él observa de nuevo al otro hombre con el cual, rivalizaba.
- Te dije que no era buena idea -inclina la cabeza riendo suave. Le observo detenidamente.
Es un hombre muy alto, ojos negros y pelo azabache. Me recuerda a un rockero de los 80, con mucha gomina y abundante cuero. Tiene un aspecto retorcido, malvado y ruín.