Por el rabillo de mi ojo observé a Eleonor mirándonos confundida y con temor a Christopher, y aunque me encontrara igual o más confusa que mi amiga, me dediqué a rodar los ojos, indiferente.
-¿Qué es lo que haces aquí? – preguntó entre dientes, notoriamente furioso.
Su rostro estaba rojo, las venas de su cuello y brazos sobresalían mientas sus manos hechos puño y su mandíbula junto con sus hombros, tensos.
–¿O es que acaso me persigues? –solté una carcajada haciendo que todos los presentes del resto-bar se voltearan.
-¿O es que acaso me persigues? –lo imité con voz chillona. - ¿Es que ya no se puede salir con una amiga a comer? –bufo.
Podía jurar que su rostro se tornaba cada vez más rojo y que sus venas en cualquier momento estallarían; pero, de un momento a otro, inhaló fuertemente, cerrando los ojos, y exhaló como si eso lo hiciera recuperar la calma.
-Escúchame... –empezó levantándome la voz.
Fruncí mi ceño y antes de que continuara, lo interrumpí.
-No, escúchame tú a mí. –comencé mientras me levantaba del asiento. – Tú, no eres nadie para levantarme la voz. –piqué con mi dedo índice su pecho.
-Irónico, tú también lo haces en este instante. –atacó mientras con sus labios formaban una sonrisa ganadora.
Rodé los ojos.
Christopher, al verme, se pensó que me había dejado con la palabra en la boca, por lo que se rió. Pero no, estaba completamente equivocado.
-Tú fuiste el que comenzó... –respondí con una sonrisa inocente, y tal como desee que fuera, su sonrisa nuevamente se borró.
- ¿Ocurre algo? –preguntó un hombre canoso, con no más de cuarenta años, con la misma camisa color verde agua que poseía Christopher y con un cartelito con su nombre.
-Oh, sí... –respondí mientras miraba fijamente al trabajador. -Este camarero no nos quiere ofrecer su servicio. –señalé a Christopher acusadoramente.
-Eso no es cierto, por eso he venido a esta mesa, a tomar vuestro pedido. –se quejó molesto.
-¿Y qué esperas, Christopher? –lo miró con desaprobación. -Ve y tráiganselo a las señoritas. –dijo el hombre y se retiró junto con Christopher, quien maldecía en voz baja.
-Dos cafés. –informó en voz alta Eleonor para que el pelinegro alcanzara a escuchar. Miré a Eleonor concentrada en la pantalla de su móvil.
Me senté.
-¿Por qué eres así? –preguntó mi amiga desviando la vista de su teléfono hasta mí.
- Puedo ser la persona más buena del mundo si me tratas como se debe. Trátame mal y verás lo peor de mí. –cité mirando a un punto fijo.
-Me gustaría ser cómo tú de valiente para responderle a alguien que me insulta –murmuró Eleonor, tomándome por sorpresa.
Por unos segundos no supe cómo responder, me había dejado sin habla su comentario. Eleonor parecía avergonzada de ser como era, lo que me hacía sentir mal al ver mi amiga de ese modo.
Sonreí, tratando de aliviar la tensión que se había formado.
-Todo a su tiempo, Eleonor. –Eleonor me sonrió falsamente, a lo que yo le respondí con una mueca y miré sobre el hombro de Eleonor, esperando llegar ver a Christopher viniendo con nuestros cafés, pero, de pronto, un líquido espeso y frío en mi cabello me hizo reaccionar. Pero al parecer no era la única en el mismo estado, ya que Eleonor chilló de la sorpresa y asco de tener algo pegajoso en el cabello.
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CHRISTOPHER
Teen FictionTras la muerte de su madre, Alexa junto a sus dos hermanos se ven obligados a volver a su ciudad natal, al estar bajo la custodia de su padre, teniendo que dejar todo atrás lo ocurrido en Londres, a excepción de Alexandre. En Manchester es allí dond...