Capítulo cuatro

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-Hemos llegado. – dijo el hombre mientras estacionaba al frente de una casa.

Oí a Caleb inhalar fuertemente que luego de bajarse con Aaron en brazos por la puerta que tenía al lado, se dirigió directamente dentro de la casa. Resignada abrí mi puerta y salí a ayudar al hombre con el equipaje quien se veía bastante atareado. Agarré mis bolsos y mi mochila junto con las de Aaron, ya que eran las menos pesadas, y noté al hombre negar con la cabeza para preguntarme si estaba seguro de llevarlas por lo que asentí con una sonrisa amigable y fuimos camino hasta la nueva casa, quien según el hombre, mi padre nos había comprado.

Lo que me causo un gran asombro.

¿Mi padre?

-Tu padre, me dijo lo que ocurrió hace unas horas –me dijo el hombre mientras caminábamos hasta la entrada, una vez que llegamos hacia la puerta, después de hacerles unas preguntas, él tan solo se dignó a decirme - Soy un amigo de él. – hizo una mueca y se dirigió al auto para después retirarse.

Pasado unos minutos, me digné por entrar a la que ahora se convertiría en nuestro nuevo hogar. Se veía simple y acogedora, para nada ostentosa.

Perfecta, pensé.

Desvié mi vista hasta las escaleras en donde se encontraba mi hermano con al ceño fruncido, al verme se acercó hasta mí y me miró duramente con la mandíbula apretada.

- Lo sabías, ¿no? –lo miré sin entender, por lo que rodó los ojos.- Nuestra madre se contactó con nuestro padre antes de morir para acordar en quedarnos en su custodia. – lo miré aturdida mientras retrocedía por el shock de tan repentina noticia. – Ahora lo sabes.

Soltó para largarse de mi lado, subir por las escaleras y perderse por el pasillo.

¿Nuestro padre había vuelto por nosotros?

Decidí descartar esa absurda idea de mi cabeza y me dirigí para la segunda planta y cuando ingresé a lo que sería mi nueva habitación me asombré hasta el punto de sonreír a pesar de lo ocurrido hace unos instantes con mi madre y mi padre.

Era realmente hermosa. Las paredes estaban pintadas de blanco, menos una que estaba de color negro cuya tenía posters de mis grupos de rock favorita y cantantes; en el techo colgaban hermosas luces de navidad. La cama con sabanas color azul oscuro, y encima de él, el peluche que me regaló mi abuela materna cuando era bebé; en un mesita pequeña se encontraban mis libros y mi laptop.

De pronto se escuchó un grito proveniente de la planta baja de la casa. Bajé con rapidez, alarmada, y apenas llegué pude ver a Aaron chillando de la felicidad.

Me reí ante la escena y luego de unos segundos pregunté:

-¿Qué sucede, Aaron?- y sin quitar su sonrisa, Aaron corrió hasta mí, me agarró la mano y me llevó a rastas hasta su habitación y éste abrió su ropero y ahí estaban todos sus juguetes, más el oso de felpa que tanto ama, el señor Rex, un dinosaurio color azul con lugares negros y una cara demasiado adorable.

Luego detrás de mí estaba Caleb que en sus manos tenía unas llaves, lo miré confundida y él me sonrió con una sonrisa deslumbrante, una que desde hace mucho no veía, para después indicarme por dónde tenía que ir. Bajamos las escaleras y después de caminar por otro pasillo, abrió una puerta y ahí se encontraba la hermosa moto color negro de mi hermano, usada por mí. La observé y vi que tenía un papel pegado, lo despegué y después de leerlo se lo pasé a Caleb, que mientras más leía su sonrisa crecía mucho más.

-El viernes nuestro padre trae mi auto.- dijo y salió del garaje con una sonrisa disimulada. Sonreí con ironía mientras negaba con la cabeza ante la actitud dura de Caleb.

Minutos después, me di la vuelta y me dirigí hasta mi habitación decidida a ir a acomodar las maletas y bolsos que había traído desde Londres. Y una vez que terminé, agotada, me acosté en mi nueva cama decidida en ir mañana al nuevo instituto.


EDITADO

CHRISTOPHERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora