Eleonor
La vida se sentía con un gusto amargo.
Se sentía injusta y tirana.
Dolorosa y angustiante.
Desabrida y triste.
Amarga.También sentia una asfixia inimaginable, los pulmones me ardían y exigían respirar adecuadamente, más no podía calmar las palpitaciones y mi llanto escandaloso. Afortunadamente tenia una almohada entre mis dientes donde aparciguar y ahogar mis lamentos.
El corazón se retorcía y mi pecho dolía.
¿Vale la pena sentirme así dolida con cada salida junto a ella? ¿Realmente lo valía?
Mi sonrisa y alegría se sentía arrebatada desde aquel día. ¿Hace cuánto no sonreía en mi propia casa?Se sentía todo tan claro y oscuro al mismo tiempo, que quemaba. Amar y exigir ser amado, quemaba. Aceptar y pedir ser aceptado, quemaba.
Todo se originó el día en el que tomé la decisión de ser valiente y aceptar, lo que era inaceptable en mi hogar. Y ese fue mi error más sustancial.
Aceptar lo que era inaceptable en mi hogar.
Aceptar que yo estaba amando a una mujer.Ahora el hecho de aceptarse como había leído por internet le parecía tan estúpido, con tal de no tener miedo de no volver a sentir la calidez de la palma de mi madre en caricias y mimos. O el temor de perder los acogedores abrazos de mi padre.
Y es que, aceptar el hecho de amarla me destruía. La amaba, la amaba tanto que este momento valía mierda con tal de verla sonreír luego de robarle unos cuantos besos. La amaba de la forma más pura en la que podría amar a alguien, pero eso no quitaba el hecho de que al volver a mi casa la culpa me carcomía, me dejaba en una penumbra donde después de cada rezo, después de cada oración, me sentía tan sucia, tan asquerosa y pecadora. Tanto, que en su momento llegué a maldecir a mi Señor, ¿Qué no tenemos que amar al prójimo?, ¿Y, si amar de la forma en la que amo a ella es un pecado, por qué me trajiste al mundo con esta falta? ¿He nacido para ser la clara muestra del pecado de un hijo fuera del matrimonio, o es por las fallas en mi vida pasada? ¿Qué es mi Señor?
-Ten misericordia de mi Señor. - murmuré con la poca voz que me quedaba.
Me levanté de mi cama y me encaminé hasta postrarme frente la figura de Cristo, con los ojos ardidos de tanto llorar, supliqué.
-Apiadece de mi, mi Señor. - junté las palmas de mis manos y rogué. -No me abandone por favor, solo estoy amando de la forma más pura en la que puedo amar a alguien. Ella me llena, ella me complementa, ella me sana y me salva, ella me hace mejor persona, ella me motiva a seguir mis metas y ella me empuja a no abandonarte. - tomé un respiro. -Ella cree que usted no es tan cruel, ella dice que solo es un mensaje malinterpretado, pero, ¿Es realmente así, mi Señor? Oh por favor, no somos más que dos amantes rogando por su aceptación, por su amor. - luego de esto, estallé en llanto. -Queremos ser aceptadas también, queremos el amor de nuestras familias y presenciar el amor de tus brazos Señor, por favor le imploro.
Entre tanto bullicio y lamento mío, no me di cuenta que detrás de la puerta de mi habitación, se encontraba mi padre escuchando todo.
Este fue el día en el que sentí todo mi mundo caerse en pedazos.De un momento a otro aparecí en la otra esquina de mi habitación y con mi mejilla izquierda hirviendo y palpitando.
Me encontraba en shock y sentía mi oído pitar.
Frente a mí veía a mi padre gritar escandalizado y romper mi habitación en el proceso. Posteriormente, mi madre en el umbral viendo todo sin poder creerlo, y detrás de ella mi abuela suplicando que pare.
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CHRISTOPHER
Teen FictionTras la muerte de su madre, Alexa junto a sus dos hermanos se ven obligados a volver a su ciudad natal, al estar bajo la custodia de su padre, teniendo que dejar todo atrás lo ocurrido en Londres, a excepción de Alexandre. En Manchester es allí dond...