-Andando Alexandra –soltó Caleb, agarrando mis maletas junto con las suyas para llevarlas hasta la entrada de la casa. Bufé ante la actitud irritante de mi hermano mayor.
Noté como una pequeña mano había agarrado mi muñeca, tirando de la manga de mi buzo, exigiendo atención. Bajé mi vista y observé a Aaron, mi hermano pequeño de cuatro años, quien me tendía sus brazos para que lo alzara.
Aaron era el más pequeño de nuestra pequeña y rota familia, cual pronto iba a ser más pequeña con la ida de nuestra madre. A veces me entristecía pensar que nunca fuimos una familia numerosa, pues mis padres habían sido hijos únicos y a mis abuelos nunca los había llegado a conocer, pues en estas circunstancias no nos encontraríamos tan solos si estuvieran aquí.
A pesar de todo, luego de la ida de nuestro padre, mamá se había convertido en la única compañía que teníamos y aunque tal vez no era la mejor, teníamos a alguien.En mi pecho se había instalado un dolor que conocía bastante bien, ocurría siempre y cuando pensaba en ello, pero no podría hacerlo notar, no teniendo a Aaron en brazos.
Aunque eso no detuvo a mis pensamientos.Mi madre no merecía pasar por todo esto, ella había sufrido demasiado y lo peor era ver cómo mi madre trataba de alejarnos de ella, cuando lo que más necesita es compañía en lo que queda de su vida. Sabía que mi madre no quería que la última imagen de ella fuese difunta pero también necesitaba entender que en estas circunstancias debíamos estar junto a ella, apoyándola hasta el último suspiro aunque eso nos llevara a traerla con nosotros... ¡Claro!
Y como si eso fuese la solución a todos mis conflictos, me acerqué entusiasmada hasta mi Caleb, que se encontraba apoyado en su auto, de brazos cruzados, hablando animadamente con una la vecina de nuestra misma edad.
- ¡Caleb! – noté como rodaba los ojos mientras pretendía no haberme oído, a propósito me acerqué hasta él y le dejé a Aaron en sus brazos, con cuidado.
No podía perder más tiempo.
Ingresé nuevamente a mi casa en busca de mi madre y comencé a buscarla por todas las partes de nuestro pequeño y humilde hogar, pero no la encontré en ningún lado. Solo me faltaba un lugar en específico y cuando me acerqué hasta su habitación empecé a creer lo peor al ver la puerta de su habitación entre cerrada.
Mi madre nunca dejaba la puerta abierta, ni por lo más mínimo.
Sentí mi pecho estrujarse, era un mal presentimiento.
Cerré mis ojos con miedo y suspiré deseando que todo esté en orden pero mi mano al tocar el picaporte me decía todo lo contrario, estaba temblando.
Tranquila Alexa, debe estar durmiendo, traté de convencerme.
Inhalé profundo y empujé la puerta. Allí estaba, acostada en la cama descansando. Una sonrisa de alivio brotó en mi cara y me acerqué hasta ella.
-Mamá, te estaba buscando estaba realmente muy preocupa...- mis palabras quedaron al aire al ver que su pecho no daba signos vitales, no respiraba. Me cubrí la boca con mi mano para no soltar un sollozo. Agarré su pálida y fría mano y verifiqué el pulso. Nada.
Cerré los ojos deseando que todo esto sea solamente un mal sueño.
Es un sueño, es un sueño, es un sueño, repetía varias veces dentro de mi cabeza.
Y no fue así; cuando los abrí me tuve que enfrentar lo que tenía en frente, no era un mal sueño, era la realidad, una que me destruye por dentro.
-¡Caleb, ayuda por favor!- grité con la voz quebrada, con todas mis fuerzas. -Te amo mamá, por favor, quédate con nosotros. – solté entre lágrimas.
Besé su frente y, esta vez, agarré su mano para unirla con la mía; recé porque volviera, pero sabía que no iba a ser así. Mi madre había sufrido demasiado con el cáncer de ovario, al menos por ahora descansa en paz y sin ningún dolor, eso me hacía realmente feliz, pero la idea de no verla nunca más me rompía el corazón, o lo que me quedaba de ello.
Ella no había sido la mejor madre del mundo, no estuvo cuando más la necesitamos, ella había se había vuelto depresiva después de la ida de mi padre, a lo que le llevó a ser alcohólica y a que nunca nos cuidara, protegiera o ayudara como nosotros lo habíamos hecho con ella. La amaba a pesar de dejarme a cargo como la madre de la casa, la amaba a pesar de que la tuviera que cuidar de ella cuando estuviera ebria, la amaba a pesar de que tuviera que dejar mi vida social para estar pendiente de esta rota familia.
La amaba a pesar de todo porque, al fin y al cabo, era mi madre y si la perdonaba es porque sabía cuánto sufría con cada trago que daba, con cada dolor, hinchazón o sensación de presión en el abdomen que tenía por culpa del cáncer, con cada recuerdo que tenía.Sufría física y mentalmente.
Y, ahora, estaba realmente agradecida de que mi madre podría descansar en paz.
Siempre estarás en mi corazón mamá.
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CHRISTOPHER
Teen FictionTras la muerte de su madre, Alexa junto a sus dos hermanos se ven obligados a volver a su ciudad natal, al estar bajo la custodia de su padre, teniendo que dejar todo atrás lo ocurrido en Londres, a excepción de Alexandre. En Manchester es allí dond...