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Jacob, Louis, Laurent, Zayn, Glen y Elthon la buscaban por todos lados. Emma parecía haberse desvanecido tras el primer trueno. Afuera llovía a cántaros. Todo era una locura. Habían revisado el lugar entero pero no podían encontrarla.

La chica estaba acurrucada en el pequeño baño, frente a cuatro militares que la miraban fijamente, sin entender qué hacía esa chica ahí. Un nuevo trueno la hizo estremecerse y juntarse más a la pared.

-Por Dios, Emma.-dijo Edward, liberando el aliento. Se aproximó a ella y la tomó en brazos.

-Exijo una explicación.-dijo uno de los hombres. 

-Emma es mi hija.-dijo, inflando el pecho y cubriendo los oídos de ella.- Me siguió hasta acá. No pude hacer nada. Perdonen, señores. Ella le tiene terror a las tormentas. Tranquila, mi amor. Voy a...

-No. Que se quede.-dijo uno de los hombres y él se estremeció, no era buena idea. Era una idea terrible.- Ya está acá, ¿no?

-Vamos a hablar de lo que va a pasar.

-Por favor, solo es una nena. Déjenme sacarla. No quiero que escuche esto.

-Vamos a hacerlo ahora. Ella va a estar presente.

Edward la presionó con fuerza contra su pecho y  procuró mantener la cordura. Obligado, siguió a los militares. El corazón le latía con fuerza mientras la sostenía con firmeza y  dolor. Sabía lo que pasaría y no quería que Emma lo presenciara.

Los cuatro hombres y él entraron en la habitación. La cámara se encendió y una voz empezó a hablar sobre la guerra y lo que pasaría a continuación en pantalla.

-El general Wadlow no quiso seguir nuestros tratados.-dijo la voz y Emma clavó los ojos en el cuerpo esquelético que estaba en medio de la habitación. Las costillas se le marcaban y había sangre seca recorriendo su torso. Los ojos verdes y hundidos se clavaron en ella. Tenía el rostro dañado, envejecido, triste. La respiración de Emma se atoró en su garganta en el momento que el cañón se alzó a la altura del pecho de su padre.- Así que esta guerra es su culpa y tenemos que hacer justicia.

-¡No!-gritó ella, escapando de los brazos de Edward y corriendo hacia su padre.- No pueden hacerlo. Él no hizo nada.-se aferró con fuerza y desató sus muñecas, dejándolo aferrarse a su cuerpo.- Papá no hizo nada malo. Papá no...

-Emma.-lloró él. Todos permanecieron en silencio.- Mi bebita, la última vez que te vi tenías solo diez años.-unas manos quisieron apartarla pero él usó todas sus fuerzas en impedirlo.- Pensé que... Hija.

Más y más militares entraron, arrancando a la chica de los brazos de su padre. Ella gritó y pataleó, pero no hubo forma de que la soltaran. El disparo resonó y todo se quedó en silencio. Emma cayó de rodillas junto a su cuerpo pero no se atrevió a tocarlo.

-Emma.-susurró Edward.

La chica se recostó y pasó el brazo del cadáver sobre su cintura, se encogió en su pecho y cerró los ojos. Las cámaras aún grababan como, aquella que parecía la pequeña de diez años que había visto a su padre salir a la guerra, trataba de convencerse de que el hombre dormía. Empezó a cantar bajito y se juntó más a su padre.

-Ya me aprendí la canción que te gustaba.-susurró con la voz rota.- La que mamá nos cantaba para dormir cuando yo era más chica. Dijimos que íbamos a aprenderla juntos, pero tenía miedo de olvidarla después de la muerte de mamá.-un sollozo escapó de sus labios.- Papi, cuando encuentres a mami, espérenme. Estoy buscándolos hace mucho tiempo. Solo quiero que los tres volvamos a casa. Ya no queda nada de casa.-lloró y no volvió a sobresaltarse ante ningún trueno.

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