Emma despertó en el asiento trasero de un auto y su corazón comenzó a latir a toda velocidad dentro de su pecho, amenazando con colapsar de golpe. Antes de que fuera consciente de lo que ocurría, sus ojos se habían llenado de lágrimas. ¿Estaban llevándola a casa? No podían hacer eso.
Elthon miró por el espejo retrovisor y se detuvo en un costado del camino. Volteó y quedó frente al rostro de ella bañado en lágrimas.
Grande fue su sorpresa al descubrir de quien se trataba.
-No me lleves a casa. -sollozó.- Por favor, no me lleves a casa.
Elthon alargó su mano y ahuecó la mejilla de ella con cuidado.
-Vamos a mi casa, preciosa. No llores. Todo va a estar bien.
Él le indicó que se pasara al asiento del copiloto y ella obedeció. Se acercó al joven, quería abrazarlo pero se apartó tras creer que no era correcto.
-Vení acá. -dijo él abriendo sus brazos. La chica se hundió en ellos y comenzó a llorar en su pecho.- Ya está, Emma. Ellos ya no van a hacerte nada.
Pero no la soltó. A pesar de consolarla con sus palabras, no la soltó. No la dejó apartarse de ese abrazo que los unía. La chica terminó durmiéndose vencida por las lágrimas y el susto recibido. Elthon la sentó en el asiento junto a él y aseguró su cinturón de seguridad. Ya faltaba poco para llegar a su casa. Debía cambiar las vendas de ella y darle de comer. Quería llegar antes de que volviera a llover, él sabía del terror de Emma por las tormentas.
La cuidaría, si, pero también la convertiría en su mejor amiga, su protegida, su mano derecha. No dejaría que nadie la obligara a hacer algo que ella no quisiera. Pero, sobre todo, la conocería. Sabía que no sería fácil, puesto que no creía que existiera alguien que la conociera por completo. Ella era un enigma. Una pregunta constante. Un espejo sin reflejo. Emma era un misterio, un gran misterio oculto en un pequeño cuerpo y una larga cabellera negra. Un enigma que no logra descifrarse a través de sus ojos verde esmeralda. Esos mismos en que era tan fácil perderse y que te hacían plantearte mil preguntas nuevas.
Emma era pequeña, si, pero ocultaba algo. Algo oscuro y tenebroso. Y él estaba seguro de ello.
En su muñeca, reposaba una pulsera de plata con su nombre grabado. Emma Wadlow. Entonces Elthon frunció el ceño. ¿Dónde mas había oído ese nombre?

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Piensa lo que quieras.
RandomEstoy encerrada en una maldita casa de campo mientras los aviones destruyen mi ciudad natal con sus bombas. Una guerra sin sentido en un lugar que nadie conoce. Estoy harta de todo esto, estoy cansada de no tener palabra ni voto en este mundo tan eq...