Sé que ha terminado.
Los papeles están puestos sobre la mesa
y ella ha desaparecido,
sólo ha dejado un folio en el que se despide
como siempre me daba los buenos días.
Hay una tasa de café en la mesa de la cocina,
según las evidencias,
planeó todo un insomnio,
sino es que más de uno,
el cierre de la cremallera de su vida.
Es el inicio de un nuevo día,
8 de agosto,
7:00 a.m.
pero para mí significa el sepelio
de una de mis grandes razones
para seguir.
Hoy me visto de luto,
enterraré lo que me dio vida,
aliento.
El cielo se viste de un gris triste,
el mundo se me cae en los pies
y el jodido universo no conspiró a mi favor
jamás.
Nunca le dije
cuánto había descarrilado mi vida
para hacerme mejor persona.
Siempre he sido un desastre
con respecto al amor,
pero ella fue la excepción
a cada una de mis imposibilidades.
Porque hay quien te lleva a ver camas,
pero ella me llevó a ver mundos,
unos precioso que guardaba dentro de sí
y me parecieron un bonito refugio
para esas veces cuando el mundo es una cucaracha
que me persigue para arrebatarme la sonrisa.
Lo cierto, es que la vi siendo incendio,
el cual jamás llegué a saber cómo apagar,
porque ella era quien se rociaba con gasolina.
Tiene una fiesta en su estomago que no la deja dormir,
es divertida,
se ríe a menudo,
es capaz de tranquilizar cualquier guerra.
Sé que ha terminado
porque veo a los lados
y la veo en uno de ellos,
pero ya no me habla,
ni me abraza:
sólo me mira
y me sonríe
siendo fotografía.