Es la chica que derrocha rock n' roll en cada cosa que pone ilusión
y luego se pone a mitad de la tormenta a bailar esa canción
que tanto le hace recordar a ese chico que la vuelve cuerda por momentos,
porque está loca,
ya estaba loca antes de conocerlo y de contarle todas sus fantasías
y se viste de femme fatale,
cada noche prepara sus labios para que la bese en la mejor estación
y que la desnude con cada verso que le cuenta al oído.
Quiere sonar como su canción maldita,
como la pesadilla que rompa sus sueños a mitad de un beso
y como la escena de su película favorita, donde dos saben cómo curarse la vida.
Ella sabe que es arte
y no espera a que la convierta en poesía,
porque ésta no sabe a nada
si la ponemos a la altura de su cabeza.
No sabes cómo le gusta estar en las nubes
y siempre es él quien la invita a volar sin tener alas.
Él sigue siendo su caída continua,
la piedra con la que quiere romperse cada hueso por querer tropezar en sus siete vidas,
el error más grande y a la vez el acierto más grande de su vida.
Él sigue tarareándola,
mientras ella se lo ha aprendido de memoria.
El amor le ha traído debajo de todo disfraz
un montón de heridas que, siendo valiente y capaz de curárselas ella misma,
prefiere su saliva.
Lo prefiere antes que todos.
Es complicada y se le complica mucho la vida cuando lo ama,
jamás ha entendido al amor y quiere que él jamás la entienda a ella,
porque la magia reside en el misterio,
en esas pequeñas cosas que le dan sentido a toda sencillez.
A veces llora y no sabe cómo salir
y es cuando él entra en acción:
la toma de la mano
y se la lleva a alguna montaña de alguna ciudad perdida,
la tapa con la manta y ven las estrellas,
no dice nada,
se queda en silencio.
Ella es una de esas chicas que mientras más oscuridad tienen,
más brillan.
Lo que los dos no saben es que,
mientras ellos piensan cómo brillan de bonito las estrellas,
ellas piensan en lo bonito que brillan los dos juntos.