Olvídate. De los viejos amores. De esa sonrisa que se partió en medio de la tormenta. De esa grieta que llevas como si nada hubiese dolido. De las veces que corriste a esconderte en el armario cuando huías de los monstruos. De ese laberinto en el que te encuentras y no encuentras la salida por más que busques. De los falsos amigos. De si mañana vas a estar o no. De si todos los caminos te llevan a la misma Roma en ruinas. De los malos días. De aquella vez que le hiciste caso a la razón cuando el corazón siempre tuvo la jodida cordura. De las noches que lloraste hasta dormirte. De las veces que pusiste una canción para apagar lo que por dentro no se movía. De las tierras movedizas por las que la vida te pone a veces a caminar. Del océano que rebalsa por los ojos cuando ya no hay más cosas que caben dentro. De las tonterías que hiciste por alguien que no merecía ni un fracción de tu tiempo ni un gramo de tu amor. De las puestas en escena que tuviste que actuar para que nadie te preguntara el porqué de esos ojitos tristes. De los mañanas inciertos. De los ayeres sin presente. De cuando te has levando con el pie izquierdo, aunque eso ya se haya convertido en un bucle. De los demonios. Del infierno que arde en algún rincón del alma. De cuando soltaste la mano por última vez. De las noches de hospitales en las que te derrumbaste ante un resultado. De cuando en pleno día se puso la oscuridad. De las metidas de pata. De las últimas veces. De las personas que se han ido. De quien no volteó a ver atrás. De quien siguió su camino y dejó el tuyo viendo en una sola dirección: anhelando que volviera y te abrazara fuerte. Del desierto de cuando no sientes nada. De la desolación cuando, rodeado de un millón de personas, te sientes más solo que nunca. De los aeropuertos. De los trenes de ida. De la soledad. De la tristeza. De los atardeceres. De los consejos. De los villanos de la historia. De las páginas de tu vida que se escribieron mientras te carbonizabas. De cuando apostaste todo y no funcionó. De cuando apuntaste a ser feliz y la bala se dirigió al que querías ser. De los poetas. De los poemas. De las canciones. De la poesía. De la amargura. De los cementerios. De la nostalgia de sentir que nada volverá a ser como lo era antes. De la melancolía con la que ves pasar a dos que se aferran a una única vida. Olvídate. Acuérdate de ti. Sé feliz, joder.