Yo sólo quiero que tan siquiera una vez en la vida me salves sin preguntar el porqué de mis infinitos tropiezos con la misma piedra. Y que no me digas nada, que te acerques como si fueses aquella tormenta que se ve venir a lo lejos y que de pronto ya cae fuertemente. Sólo busco eso. Acaso ¿es tan difícil pedir que te quedes un ratito más?
Huele como si me estuviese acercando a donde un día armé la maleta y me fui sin mirar atrás. Y es que el mundo puede no girar al revés, pero muchas veces te lleva al lugar donde prometiste nunca volver. Y aquí me tienes: abriendo viejas heridas.
Quemo mis mapas,
pierdo mis nortes,
reconstruyo de nuevo la añoranza,
tiro a la basura las miradas tristes,
desempolvo mi sonrisa que dejé perdida en algún rincón de esta casa,
quito las cortinas,
abrazo las fotografías para luego tirarlas a la chimenea, mientras me siento en el viejo sofá que da vista a donde solía soñar con algún llenar los marcos con las mismas fotografías que están ardiendo.
Esta es mi catarsis,
mi huracán
y mi salvavidas.
Esta es mi vida envuelta en humo tóxico.