Dos caras.

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  He conocido las dos caras de la moneda y, sin embargo, ninguna me ha parecido tan buena como se supone que debería ser una. El tiempo es pasado y lo nuestro es un eterno ayer. Jamás supe cómo sobrellevar una caída como la tuya, espero que sepas que eras esa piedra con la que tropezaría hasta quebrantar hasta la última ruina que se mantiene de pie. Porque prefiero mil invierno contigo que un verano sin ti. Que sepas que a algunos se nos da demasiado bien echar de menos lo que sucedió tan fugaz, tan brillante, tan detonador.

Otra vez vuelves a mí, aunque esta vez en versión canción: eres esa que odié desde un principio y que terminé amando. Y me la aprendí de memoria por tantas veces que la reproducí.

Eres algo así como todas las teorías y las metáforas que odio en una misma casualidad. Regresas a mí como regresa el adicto a su adicción, como el alcohólico a la bebida tras una caída inevitable.

¿Por qué suenan tan tristes todas las palabras que te escribo? Si tan bonito que me sonreías cuando el mundo ardía constantemente y de golpe. Como esos bajones nocturnos. Como cuando ardemos por las noches recordando lo que fue y no será nunca más. Qué mierda. Y qué putada la de nosotros: echarnos tanto de menos sabiendo que a distancia estamos mejor. ¿Por qué encontramos, el uno al otro, una razón suicida? Si ya el amor sabía que éramos autodestructivos, ¿por qué cojones nos hizo esto?   

Inviernos Rotos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora