Ella sólo busca que la quieran en su forma,
y no en las millones que existen.
Quiere que la quieran única
y no cualquiera.
Vive la vida despeinada,
fumándose un peta en cada esquina,
llorando en la barra del mismo bar que lleva su nombre,
yendo de taxi en taxi detrás del amor de su vida
que olvidó decirle cuándo iba a ser la próxima cita.
Tiene la mirada clavada donde todos, pero mira como nadie.
Es una chica sin filtros,
sin pelos en la lengua,
sin ataduras en el corazón.
Dice lo que tiene que decir
y siente lo que no quiere sentir.
Es la gata que camina por los tejados a medianoche
en busca de una caricia
y huye al primer roce.
Es tan única
que ni siquiera la encuentras en un libro,
ni en una fragancia
ni en un paisaje.
Lo de sus ojeras ya nos lo cuentan las canciones,
lo de su sonrisa ya nos lo cuentan las interminables veces en las que tuvo que partirse para ser la chica valiente que ahora es,
porque eso si: un día tuvo tanto miedo, que no tuvo otra opción que secarse las lágrimas y tomar al toro por los cuernos que dicho sea de paso: ya los llevaba clavados en el pecho.
Ella es el sol de The Beatles,
la paciencia de Guns N' Roses,
la satisfacción de los Rolling Stones;
la voz rota de Kurt,
la sonrisa fugaz de Amy,
la mirada perdida de Jim,
el espíritu rebelde de Janis.
Jamás se ha rendido por nada,
aunque muchas veces lo ha hecho por alguien.
Lo ha dejado todo por un abrazo
y ha hecho estallar esa presión del pecho
contra otro pecho.
Dos corazones que laten al compás
es música para cualquier sentimiento.
No la catalogues como una chica rota,
porque no lo es,
lo que sí es:
una chica que lleva mil guerras perdidas en la mirada
y mil cicatrices bajo la sonrisa.