Mira si a veces no es complicado esto: a veces hay que retroceder para poder avanzar, anclar las raíces a su lugar de origen y dejarlas crecer un poco más. Porque más que llegar a algún sitio, lo importante es no dejar de ser uno en el camino, hay tentativas que nos invitan a cambiar y hay situaciones que nos obligan a hacerlo, la diferencia entre ambas es que cuando nos obligan no hay alternativa. Es deber. Como deber nuestro es tratar de ser felices cada día y yo siempre quise verte recién despierta. Cómo el amanecer te desnuda el rostro y tu sonrisa que tan apagada se encuentra a veces.
Hay que tirar pa' lante, rompernos la boca, quebrarnos los huesos, para así poder algún día decir que valió la pena. Que valimos la pena. Que todo ha valido la pena, porque el sudor ni las lágrimas no se derrocharían sin que después se mire la cosecha. Los sueños están al alcance, pero qué imposibles somos nosotros. Y contra eso, es muy difícil lidiar; pero si luchas, lo logras. Y si lo logras, en alguna noche verás que tu sonrisa es la nueva luna.
Ve por tu infinito. Que en algún rincón de este inmenso e inmerso mundo te ha de estar esperando. Y una canción espera para que la reproduzcas y te pongas a desgastar los pies, porque el desgaste de vida lo bailas hace tanto que ya has olvidado hasta dónde empezaste a sonar como la canción más triste del mundo.
Eres preciosa como todas las canciones tristes. Y las canciones tristes curan, calman el dolor, abrazan la raíz y no el tronco, porque nos conocen tan bien que es la historia de nuestra vida la que dura tres minutos. Ojalá un día te escuches a ti misma y me creas cuando te digo que eres preciosa. Preciosa. Preciosa. Anda, es tu canción la que se reproduce. Es tu momento. Sal. Para a los autos. Y que comiences a sonar diferente a como has sonado toda tu vida. Feliz. Niña. Feliz. Porque es lo que mereces.