A veces sólo quiero que me digas: no me esperes más días, sé feliz sin mí a todas horas. Y no perder más trenes, porque parte de la vida ya la he perdido en esperarte, mi vida. Gasto mis noches en vela, mis ojeras llevan tu nombre en letra traslúcida y en cursiva llevan escritas todo lo que jamás te dije.
Después de este huracán, he llegado a la conclusión de que las personas que más quieres son también, en cierta medida, las que más noches de lágrimas te dejan sobre la almohada. Y cómo decirte que desde que no estás, comparto el estribillo de una canción triste con las estrellas y ellas ya no buscan ser fugaces para cualquiera, porque se cansaron de cumplir deseos como si no tuviésemos los suficientes cojones como para cumplirlos por nuestra cuenta.
Desde que no estás, he caído de nuevo en la nicotina. Me fumo dos petas antes de entender que la vida a veces es un tornado y otras veces es quien te da las palmadas en la espalda cuando lo has perdido todo. A veces es quien te empuja y otras veces es quien se tumba a tu lado. Incluso ella está muy jodida e irremediablemente rota, me lo ha contado el mismo pájaro que me ha dicho que me has olvidado. Vale, si no llegas a reconocerme cara a cara, pues ojalá me reconozcas por este escrito que lleva tu nombre. Ojalá que ni terminando la primera línea y ya te acuerdes de mí, y te des cuenta de que nadie te escribe tan bien como lo hago yo.
Hay que ver desde otros ojos, entender desde otras mentes, aprender desde otras heridas, vivir desde otros mundos para algún día poder decir firmemente que nuestro lugar no es tan inestable como lo es el de otros.
Yo sólo quiero que tan siquiera una vez en la vida me salves sin preguntar el porqué de mis infinitos tropiezos con la misma piedra. Y que no me digas nada, que te acerques como si fueses aquella tormenta que se ve venir a lo lejos y que de pronto ya cae fuertemente. Sólo busco eso. Acaso ¿es tan difícil pedir que te quedes un ratito más?
Huele como si me estuviese acercando a donde un día armé la maleta y me fui sin mirar atrás. Y es que el mundo puede no girar al revés, pero muchas veces te lleva al lugar donde prometiste nunca volver. Y aquí me tienes: abriendo viejas heridas.
Quemo mis mapas,
pierdo mis nortes,
reconstruyo de nuevo la añoranza,
tiro a la basura las miradas tristes,
desempolvo mi sonrisa que dejé perdida en algún rincón de esta casa,
quito las cortinas,
abrazo las fotografías para luego tirarlas a la chimenea, mientras me siento en el viejo sofá que da vista a donde solía soñar con algún llenar los marcos con las mismas fotografías que están ardiendo.
Esta es mi catarsis,
mi huracán
y mi salvavidas.
Esta es mi vida envuelta en humo tóxico.