Veintinueve.

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Ahora todo es aburrido. Realmente aburrido, si me permiten aclararlo. Los exámenes finales están a la vuelta de la esquina, más exactamente después de este fin de semana. Y justo después de eso viene el prom, la graduación y después... adiós escuela.

Pongo mi cuaderno de química a un lado y me recuesto en la cama, llevando las manos a mi cabeza, casi halándome el cabello. En la última hora no he podido concentrarme en absoluto. Es como si mi propia mente me jugara una mala pasada y pusiera un maldito muro de hierro con el nombre de "Shawn" puesto sobre él. Porque sí, no he hecho nada más que pensar en Shawn últimamente.

La manera en la que su humor cambió tan de repente hace unos días hace que miles de preguntas lleguen a mi cabeza, preguntas a las que todavía no he logrado hallar respuestas. ¿Cómo es que de repente, después de estar contento y feliz y normal, después de recibir una llamada su humor se vuelve serio y más agresivo? ¿Quién estaba al otro lado de la llamada? ¿Qué fue lo que lo volvió tan... así?

Pero nada. Si ni siquiera logro concentrarme en las nomenclaturas, alcoholes y fenoles que vi hace tres semanas en clase, mucho menos voy a darle respuestas a las preguntas que han rondado mi cabeza desde la semana pasada.

Mi vida está desordenada, al igual que mi habitación.

Niego mi cabeza, como si pudiese sacudir mis problemas y así alejarlos de mi mente mientras intento concentrarme y tomo de nuevo mi cuaderno de química sobre mi regazo, sentándome derecha en mi cama. Así paso las dos horas siguientes y cuando por fin entiendo lo que van a, supuestamente, preguntar en el examen, meto el cuaderno en mi mochila. En la lista de materias por estudiar que está pegada al tablero de corcho frente mi escritorio señalo con resaltador amarillo la materia "química", indicando que ya no necesito estudiar más.

Echo un vistazo a las demás materias en la lista. Las que también tienen resaltador amarillo son inglés, español, matemática y ética. Sólo me falta física y música, aunque de música no debo preocuparme.


Tomo mi teléfono y bajo las escaleras hacia la cocina. Son las siete de la noche y ni mi mamá ni mi papá están en casa aún. Después de esculcar entre los cajones de comida me preparo un trozo de pollo asado con una ensalada de frutas. No es mucho, pero no hemos ido de compras desde hace tiempo. Justo cuando estoy dispuesta a partir en trozos la fresa, mi teléfono suena.

— ¿Hola?

—Tengo todas las respuestas a tus preguntas —es lo primero que escucho decir a Courtney. Sonrío por inercia.

—Qué, ¿eres bruja ahora? —bromeo, colocando el teléfono entre mi hombro y oído para poder cortar la fruta.

—Tal vez, pero de todas formas siendo bruja o no es una ventaja para ti. Sé qué fue lo que le pasó a Shawn la semana pasada.

—Oh, ¿enserio? —pongo los ojos en blanco.

Courtney ha intentado, de todas las maneras posibles, adivinar y hacer hipótesis tontas sobre qué fue lo que cambió tanto de humor a Shawn después de la cita que tuvimos. De todas formas gracias a ello me he resignado, ni siquiera sé si aún seguimos saliendo o simplemente todo acabó. Él no ha llamado y yo tampoco lo he hecho, aunque a veces tenga ganas de ir hasta su casa y golpearlo para después abrazarlo y después golpearlo de nuevo, mientras le pregunto qué mierda fue lo que le pasó.

Pero me he controlado.

—Sí, y ésta vez está cien por ciento confirmado, Gabs. Es sólo una palabra.

Pruébalo ; Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora