Liberados - 0.4 - Respuestas para conformistas.

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Las preguntas respondidas empezaron a acumularse, al igual que ciertas incertidumbres personales.

Clifford miró hacia abajo y tras comprobar, gracias a su celular, que aún le quedaba tiempo, decidió que tenía derecho a escuchar a una canción para pasar el rato.

En casos comunes uno esperaría un millón de nudos que desatar para usar auriculares, pero Clifford se había adelantado a eso y, ayudándose del mecanismo retráctil de un mouse portátil, pudo crear una manera fácil de mantenerlos siempre enrollados.

Fingió rascarse el torso—nunca fue buen actor, hoy no fue la excepción— y así pudo lograr atrapar el final del cable en su puño para finalmente llevárselo al oído sin que nadie sospechara. Para reforzar la estafa se acostó sobre sus brazos cruzados, aparentando resolver la última pregunta de la prueba con lentitud por culpa de la fatiga cerebral.

Esa no, esa no, esta tampoco, pensó mientras pasaba las canciones, apretando los botones del auricular, decidido a encontrar una para el momento, menos, menos, debe estar por acá ¡Si, esta! , se dijo a si mismo al escuchar la introducción de Balada de un original deficient, canción de la banda Boom Boom Kid.

Perfecta para la ocasión.

No pudo evitar agitar la cabeza con el solo inicial mientras se mordía los labios con delicadeza  de la euforia.

— Juan, se escucha—dijo Martin sin dejar de mover el lápiz sobre su hoja.

Ante al aviso bajó el volumen, un poco apenado por no poder escucharlo a la máxima potencia y completamente aislado para así moverse como realmente quería.

Desearía poder tocar como ellos, reconoció en su mente.

Entonces miró el examen, preguntándose que saldría recomendado para él.

¿Vocalista? ¿Guitarrista? Seria genial tocar así la guitarra...pero tener esa voz. Formar parte de una banda...nah, no creo. Por ahí ser de seguridad, no tendría que pagar entrada e iría a todos los recitales, con todos los músculos, y además de que me chamuyarían todas las chicas jejejeje...

La risa poco a poco desapareció para dar pie a una desconfianza mayor. De un momento al otro, y con toda seguridad, creyó olvidar tal expresión emocional.

Miró a Martin, que movía la lapicera entre una opción y la otra sin tocar ninguna de las dos; y luego observó a John, desde hace cinco minutos que estaba rellenando el círculo de su respuesta sin quitar sus ojos verdes de la siguiente.

Se preguntó qué sería de su día a día sin ellos cerca.

Recordó, mirando las respuestas que ya había marcado, que a grandes rasgos se los encasillaría en las cuatro modalidades especializadas: economía, sociales, naturales y arte. Las mismas ya existían, solo que en secundaria superior. Por algún motivo habían decidido adelantar el proceso a la secundaria básica.

Naturales, Arte, Sociales, Economía. Se le vino la palabra «no sé» al cambiar la inicial de la segunda palabra.

Podría pedir otra hoja y decir que cambie de opinión, que quiero hacerlo prolijo.

Va a ser imposible que estemos en el mismo salón.

A John le va más la biología, el maldito hasta trató de convencerme de que estudiaría pediatría con él, o que me volviera su compañero guardavidas, recordó con una sonrisa, es un chamuyero bárbaro.

Martin prefiere la historia, se sabe todas las fechas patrias y tiene una memoria de la recalcada madre. Y lo mejor es que puede tener a todo el mundo en su contra y no se viene abajo.

¿Y yo? Soy bueno en las matemáticas, quiero ser contador de un banco y llenarme de plata...Aunque también me interesa la sociedad..., y también la evolución de la vida y como está compuesto todo. Creo. Já...«creo» ¿A quién engaño?

Desvió su atención a Dante, que estaba comiendo un sanguche de milanesa.

Él también lo vio.

— ¿Queres?—le preguntó con la boca en la comida.

Lanzó una diminuta risa por la nariz y negó amablemente mientras apoyaba su cabeza sobre uno de sus brazos que decidió cruzar.

No sé habla con la boca en la comida, eso había dicho Martin en sus típicos arranques de responder antes que nadie.

Volvió a pensar en Dante. No lo conocía a fondo ni superficialmente. No sabía adonde iría.

Se imaginó diciéndole que cuide de ellos, en caso de estar en la misma modalidad. Aquella imagen mental lo avergonzó bastante.

— Juan ¿Qué te pasa?

Tan pronto como había separado la cabeza del brazo volvió a pegarla. Era la señora.

— Eh...no, nada, estaba pensando—se las arregló para contestar mientras se quitaba el auricular por debajo del brazo.

— ¿Y se puede saber en qué?

Estaba a punto de decirle que no pasaba nada. Pero de pronto, al darse vuelta, se encontró sintiendo un gran dolor en el pecho, y con los labios ocultos prefirió mirarla directamente a los ojos para preguntarle:

— ¿Y si nos separan?

Eugenia, que estaba de brazos cruzados, los liberó y tras exhalar se apoyó con los dedos sobre su mesa.

— No los van a separar—contestó plácidamente—, me olvide de decirles eso. Van a verse en las clases de matemáticas, inglés, naturales y todas las materias bases en salones especiales, gigantes, en las que todos lo de su nivel van a estar.

— Pero...—susurró esperando que sus amigos no lo escucharán—. Nos vamos a perder de tantas cosas mientras...

— Entiendo que puede ser una decisión difícil a tu edad...—interrumpió la mujer— ,pero la vida está llena de situaciones difíciles...—le explicó mientras le apoyaba una mano sobre el hombro. Sintió como si le apretaran el corazón y bajó la vista—...en las que solo la imaginación es tu aliada definitiva—ante esas palabras volvió a mirarla a los ojos, brillaban como vidrio pulido pese a que el verde de su iris era algo opaco—. Después de todo—agregó—, ésto es solo un examen de orientación, no uno definitorio ¿Entiendes de lo que hablo?—aclaró ladeando la cabeza con la sonrisa más honesta que vio en su vida.

— Si...—suspiró embobado—. Si, entiendo—repitió más decidido.

— ¡Qué bien!—agregó acariciándole el pelo hacia atrás—, nunca dejes que esa imaginación tuya se gaste con la edad.

Tras volver sobre su pasos, Eugenia reveló a todo el curso lo mismo que le había dicho a Clifford, disculpándose por olvidarlo. Acto seguido volvió a sentarse.

Miró a Sebastián Zawón, el chico lo miraba mientras asentía con las cejas levantadas mientras tenia los labios caídos.

— Y está escribiendo, Juan—señaló Martín con los brazos cruzados sobre la hoja. Al parecer ya había terminado—. Y escribe...sí que escribe...

— Bonita actuación, Shakespeare—soltó John.

— Si...actuación—se encontró susurrando.

Crónicas de una Deidad: AngustiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora