Más uno.

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- ¡¿Que pusiste en la diecisiete?!-gritó Clifford mientras zamarreaba a Martín por los hombros.

- Que la clase social alta judía apoyó al régimen de Hitler-respondió él con rapidez.

- ¡Aggghhh!-berreó tras soltarlo mientras se agarraba de los pelos y se giraba- ¡Yo puse que...! Para ¿en serio pasó eso?-preguntó confundido mirándolo sobre el hombro.

- Dijo que no iba a ser calificada-interrumpió John, sentado a sus espaldas sobre el borde del patio de cemento.

- Pero sigue siendo una prueba, para algo sirve-y se sentó a su lado-. Alguien va a ver mi nombre ahí y va a decir «Pobre diablo, ojala todo el mundo fuera como este chico: Martin»-citó con voz modulada mientras imitaba tener una hoja en la mano.

- ¿Nunca lo ibas a comparar conmigo, no?-oyó quejarse John.

- No te ofendas, Johnny-comentó mientras volvía a atar los cordones de sus mocasines-, pero lo más seguro es que alguien viera tu nombre y dijese «Mira este pobre diablo, su apellido parece que dice Lechón. Vamos a ver si es gordito ¡Oh, la, la! ¡La divina comedia existe!»

- ¿Por qué no te vas a la mierda?-lo oyó maldecir mientras se levantaba y se posicionaba delante de él.

- Siempre pasó por ahí-contestó sonriente mientras volvía a mirar hacia arriba. Soltó un grito ahogado al ver que John lo apuntaba con una bandita de goma en la frente-. No...

- Oh, sí- asintió-. Sí que sí.

- Dale, cabeza de pochoclo...-dijo tranquilizándose y tratando de tocar su mano para alejar. Al ver que movió el pulgar apretó los dientes y convirtió los dedos de los pies en garras-, sabes que odio que El Huevón me haga eso.

El pulgar de John bajo aún más, haciendo que la bandita elástica no tuviera mucha superficie sobre la cual aferrarse.

- Pussy- terminó diciendo John, apuntando al aire para luego disparar.

Clifford suspiró aliviado.

- Me voy a lavar las manos-dijo tras apoyar su manos en la rodillas y levantarse. Dio unos pasos por el patio de césped, buscando algo hasta que por fin lo encontró, demostrándolo al agacharse- por precaución-agregó al mostrar la bandita de goma entre sus dedos.

Tuvo que caminar hasta el fondo del pasillo y girar a la izquierda, pues allí estaban los baños. Los habían remodelado completamente y guardaban más semejanza con esos que hay en los shoppings que con los públicos.

Luego de apretar el expendedor de jabón líquido y de abrir la canilla se dispuso a sacarse la tinta que tenía pegada al dorso de la mano izquierda con las uñas. Finalmente, metió las manos bajo el agua tibia y sintió el cosquilleo más raro de su vida. Era como si se le hubiese dormido todo la carne que rodeaba la zona mojada. Interesado por lo que estaba sucediendo se pellizco la piel. No había dolor. Volvió a intentarlo, más fuerte. Solo un atisbo de sensibilidad.

Sacó las manos del agua, y, tras sacudirlas para quitar el exceso de líquido, las flexionó. A medida que abría y cerraba la palma la sensación volvía a aparecer.

Dos horas sin clases y ahora esto, pensó y salió del baño a paso apresurado.

- No tomen el agua-les dijo a sus compañeros ni bien llegó a ellos-, tiene algo raro.

- ¿Raro como qué?

- No sé-dijo mientras dirigía su atención a su mano, la cual volvía a flexionar-, como que me durmió la mano...

- ¿En serio?-preguntó emocionado Martín desde suelo, pues estaba sentado en el pasto- ¡Copado! Voy a ver-expresó, y de un salto se levantó del suelo para comenzar a trotar en aquella dirección.

Crónicas de una Deidad: AngustiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora