Un horror comparable se había dado hace seis meses. Rememoró con rapidez la tierra al temblar, los edificios al caer, las palabras de un hombre dado por loco, y lo imposible hecho realidad. Como hoy, vivía algo que sólo le pasaba a los demás; y como hoy, supo que los problemas no hacían más que empezar.
Pero no era hora de vivir en la memoria.
El bloqueo mental acortó las distancias y pronto se descubrió de rodillas frente al cadáver. Las piernas temblorosas aún en su inactividad reforzaron la idea que tenía de escapar de todo eso cuánto antes ¡El disparo¡ ¡¡el disparo!! ¡¡¡El disparo!!!
—¿Está...? ¿Está muerto?—escuchó decir Rocio a sus espaldas.
— ¡¿Que?! — preguntó antes de voltearse a mirarla— ¡No! No digas eso—le contestó sin saber la respuesta, sólo había estado viendo el pecho del joven esperando que se asomara una mancha roja.
De nuevo al cuerpo, Edward acercaba su oreja a la boc¡alguien disparó! ¡alguien disparó, boludo! ¡hay un muerto o alguien cerca! ¡Un muerto o alguien(o algo((no estás en casa de nadie))) peligroso! ¡Una ligera respiración le rozó la piel y pudo alejarse con los hombros relajados. Al mismo tiempo que le propinaba unas suaves cachetadas(deberia mirarle las piernas, si están...), los ojos bajo los párpados se agitaban inquietos.
—Si, ya, ya—decía Ciro con un ademán torpe del brazo mientras arrugaba el ceño. De nuevo, las palabras flotaban en el aire con sus labios sellados (¿por qué me pasa esto?). De inmediato, Ciro entreabrió los ojos.
—Gracias a Dios...—soltó Rocio con brusquedad y luego comenzó a acercársele— ¿Estás bien? ¡Tenemos que movernos!
—No sabemos si tiene algo roto ¿y queres que se mueva?—le dijo Edward con las entrañas revueltas.
— ¡¿Te queres quedar cerca de alguien con una pistola?!—respondió la mujer.
Ni por un segundo se le había pasado, pero aquellas palabras habían traído peso desde el pasado a sus espaldas.
—No pasa nada—dijo Ciro
—estoy bien. Sólo ayudenme a levantarme ¿si?—y extendió una mano mientras se llevaba la otra a la frente.No había tiempo que perder. Pero mientras lo levantaba le atizaba la culpa como quien usa dinero para diversión en tiempos de hambruna.
—¿Estás bien? ¿Seguro?
—No sé en que estaba pensando....—decía Ciro al masajearse la frente con mirada evasiva—, estaba mal de la cabeza desde antes para ir hacia el auto... ¿Tengo cara cuadrada y labios finos?—Edward lo comprobó y asintió—. Entonces estoy bien.
—¡...Tus anteojos!—dijo cómo si el mismo los hubiera perdido. En un giró comprobó todas las esquinas y de inmediato se dispuso a buscarlos con la mirada. ncesitó de un solo intento para hallarlos, el marco grueso con el frente color negro y las patas con motivo de ajedrez resaltaban fácilmente en aquel diminuto hueco en el pavimento—Rocio, ¿Se los podés ...?—indicó con el mentón.
—Si—contestó enseguida y salió a buscarlos. Al verla deslizar su mirada por los alrededores padeció la carga de una pronta obligación.
—Espero que no estén...—dijo Ciro mientras ella los levantaba del suelo y volvia—...Aaaay ¡Mierda!—gimoteó cuando distinguió la rajadura diagonal en el lente izquierdo.
—Tenemos que irnos—dijo al entregarle los lentes, y de inmediato dió unos pasos más allá de ellos—, el disparo...
—Vino de esa dirección—dijo y la mujer se detuvo en seco, el corazón de Edward también—: De ahí vino el auto—añadió mientras ella volteaba a mirarlo—, tal vez tenga un dueño original y él siga vivo. No escuché un grito...pero mejor no arriesgarse
Tras sus palabras el muchacho de lentes movió sus pies en varios giros incompletos, observando el ambiente demacrado. Edward hizo lo mismo. A la izquierda, a lo lejos, muy a lo lejos, se observaba el verde del campo; a la derecha, una pequeña zona industrial y, tras esta, un puente corto que sobrepasaba varias vías de tren, mostrando al otro lado una zona más urbanizada de donde quiera se hallarán.
El disparo había pasado a segundo plano cuando se imaginó al conductor oculto bajo el volante como responsable. La basta y opresiva soledad con su silencio ocupó aquél lugar.
—...No creo que haya gente cerca—remató Ciro—, mejor vamos hacia el otro lado— y concluyó caminando en la dirección contraria a la mujer, sólo que cruzando al otro lado de la calle.
Sin una idea mejor, Edward fue tras él. De inmediato lo notó caminar con una pierna tensa y la espalda ligeramente encorvada. Se convenció que sería estúpido remarcalo y de que no era momento para preocuparse por algo así. Puso un pie en la vereda.
—Rocio—dijo Ciro(tengo que preguntarle el segundo nombre) en voz baja y sobre el hombro—, ya que estás última mira hacia atrás; ustedes dos miren hacia los lados.
¿Ustedes dos?, Edward miró a los lados; a su derecha caminaba la chica de pelo negro, quien levantó la mirada.
— ¿A dónde vamos?—preguntó Rocio y por instinto pasó a verla.
—Creo que eso amarillo de allá a lo lejos es un hotel familiar—dijo Ciro y Edward volvió a mirar al frentr—, si no lo encuentran busquen algo negro, son las escaleras.
—¿Y qué vamos a hacer ahí?—preguntó Edward.
Ciro miró sobre su hombro y le concedió una mirada afligida. Los labios caidos y tensos hablaron por si mismos.
—Sobrevivir.
-----
¿Qué? ¿No les gusto el título? ¿Quieren demandarme por falsa publicidad?
El título puede interpretarse de varias formas, algunas de ellas desconocidas por el momento, ya verán a que me refiero...
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de una Deidad: Angustias
Science FictionHan pasado seis meses desde la Tragedia de Pangea y la sociedad por fin resurge triunfante(aunque tambaleante) desde sus cenizas. Los Únicos, antiguos dueños del mundo, han sido practicamente diezmados y sus antiguas riquezas hacen por fin real...