A sus espaldas, un chirrido escalofriante hizo eco en la sala a oscuras.
Al darse vuelta observó un fino haz de luz vertical cortando la penumbra.
La mujer no dudó en correr hacia el otro extremo y los demás no tardaron en seguirla. A mitad de camino, Edward recordó a la chica que había visto y disminuyó el paso. Sin detenerse, la buscó.
El súbito cambio de iluminación había vuelta a dotar a la oscuridad de su intensidad original; por suerte, la encontró en el mismo lugar que antes. Ahora estaba parada y aplastándose contra la pared. Edward se detuvo, miró en su dirección sin distinguirla con claridad y se alejó de nuevo hacia la salida. No iba a hacerse cargo.
La puerta no se había abierto.
El haz de luz no había crecido ni un poco y tanto Ciro como la mujer se encontraban tratando de forzarla, tirando, desde la ranura vertical del centro, hacia los lados contrarios. En vano.
— ¡Á...bre...te!—exclamó la mujer tironeando de nuevo— ¡á...brete! —y de nuevo y de nuevo y de nuevo, ahora con los brazos temblando del esfuerzo. Mirando en detalle se le notaban los labios caídos y, tras ellos, unos dientes apretados con fuerza— ¡Tienes que abrirte!—dijo ya entre sollozos de desesperación metiendo sus dedos en la ranura, empujando a Ciro a un lado, y tirando a ambos lados con sus brazos oscilantes y fatigados que le agitaban la tela de lo que llevaba puesto.
El muchacho de lentes ocultó sus labios y volteó su cara hacia Edward.
— Creo que está trabada.
Entonces se acercó a la mujer, con una mano extendida dispuesta a consolarla. Edward reaccionó y se interpuso.
— Tiene claustrofobia—dijo entre los dos—. No se va a calmar. A ver, tiremos de nuevo—y metió sus dedos por encima de los de la mujer—. Rocio...—mil y un pronunciaciones con distintas tonadas recorrieron su mente—, volvé a tirar del otro lado.
No la vio a los ojos, pero supo que ella asintió.
Los tres se pusieron en sus respectivas posiciones y tiraron con todas sus fuerzas. La puerta comenzó a emitir un chillido desde los costados inferiores y en vez de desplazarse comenzó a agitarse, chocando contra los bordes que la retenían, provocando un doloroso estruendo que se amplificaba en el interior de la habitación.
— ¿Cuantos tiempo nos queda?— preguntó Ciro entre dientes mientras clavaba las suelas de sus zapatillas en el suelo.
— ¡Vos seguís tirando!—los brazos de los tres temblaban ante el esfuerzo y Edward pudo sentir sus venas inflamadas y el metal bajo la goma de la puerta clavándose en los tendones de sus dedos.
Un minuto, debe ser un minuto o menos..., pensó con el corazón palpitando fuertes contra sus costillas.
Introdujo sus dedos aún más y con un giro de manos pudo extender la apertura a la longitud de sus palmas encimadas una sobre otra. La compresión comenzaba a estrangulárselos así que metió la punta de su zapatilla en forma de pezuña e hizo palanca hasta que el hueco le permitió ver con claridad una calle destruida bajo el sol naciente.
— ¡Ya...casi!—gruñó volviendo a centrarse en sus compañeros. Pudo alcanzar a colar su antebrazo y, aprovechándose del impulso, metió su brazo completo y una pierna a medio flexionar. De pronto vio a chica de pelo negro parada detrás de ellos y Edward tuvo ganas de lanzarle un insulto por no ayudar. Prefirió soltar—: ¡no sé...rindan!
La puerta amenazaba en colapsar antes que en ceder. Y en eso infernal y endemoniado traqueteo estaba enfocado completamente hasta que, por el rabillo del ojo, alcanzó a ver a la chica arrodillarse e inmediatamente comenzar a gatear por el suelo hasta salir por el diminuto hueco que ellos había formado, desapareciendo tras las bisagras.
La sorpresa que no pudo evitar mostrar en su rostro le quitó fuerzas en un respiro, y de pronto, la puerta se retrajo ante todo el proceso, cerrando sus mandíbulas como dispuesta a partirlo en dos. El impacto sobre su pecho fue tan fuerte que lo sintió hasta en las puntas de los dedos. La cabeza, no supo cómo, le quedó hacia dentro del lugar.
Entonces Rocio lo tomó del brazo, y comenzaron a meterlo.
— ¡No! ¡¡no!!—gritó Edward en seguida mientras hacía presión con el brazo de afuera para salir.
— ¡Te va a matar!—chilló ella con la cabeza y el cuerpo arqueados hacia atrás.
¡Esta puta quiere matarme! ¡Esta puta quiere matarme!¸ pensó desesperado tratando de zafarse de sus manos y del lugar mientras la chica de afuera le rodeaba la cintura, ¡¿Por qué mierda no piensa como ella?! ¡¿Por qué no quiere que...?!
El paso del tiempo se redujo en ese momento.
« ¡Te va a matar!»
Y la chica dejó de rodearlo por la cintura.
¿Podría haber buscado algo?... (No los mandarían ahí afuera sin nada, idiota.) Un arma. Un cuchillo. Algo filoso. Algo para defenderse.
Algo para (« ¡te va a...!») Matar.
...Mierda.
Entonces empezó a caer hacía atrás, y el brazo de Rocio se desvaneció en un pared blanca, y entonces las puertas volvieron a abrirse y ella volvió a aparecer corriendo hacía él desesperada, y entonces sintió la espalda dolida contra una roca lisa.
Algo sólido y pequeño estaba rebotando contra el pavimento durante el mismo instante en que, desde el suelo, alcanzó a ver, con los ojos entrecerrados por la luz, a la chica de pelo negro con una piedra alargada y de bordes raspados entre el dedo pulgar e índice.
— ¿Una...piedra? —escuchó exhalar casi sin aire a Rocio.
— Dos piedras—soltó Ciro con voz pastosa.
Inmediatamente, Edward razonó lo ocurrido.
— Y una persona detrás de todo—agregó y se dio vuelta para comenzar a levantarse, con el pecho y pie aun dolidos.
La inconfundible explosión de un disparo a la distancia lo sacudió de la sorpresa, pero el miedo no se comparó al ruido que hizo la puerta al cerrarse detrás de ellos. Y al darse vuelta, descubrió sólo una pared blanca que no mostraba uniones de la cual aprovecharse.
Fue confuso, pero algo en su cabeza le gritaba que hubiera sido mejor permanecer adentro.
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Y no sería en vano tal reflexión, mi querido Padawan (?)
Cosas raras sucederán a partir de aquí, pero absolutamente todas tendrán su respuesta con el paso de los días, no haré como ciertas otras historias que dejan los primeros misterios para el final. Oh, no. Eso sí, taaaal vez no me alcance el tiempo para responder las preguntas que se formen al final.
¡Oh, rayos! ¡Mira la hora, debo irme!
¡Que se diviertan! :)
PD: Si, sé quien es el hombre de la imagen. Algunos usan actores, modelos, o artistas del mundo de la música, pero yo uso... ¡No me juzguen! le quedaba perfecto el papel ^-^
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Crónicas de una Deidad: Angustias
FantascienzaHan pasado seis meses desde la Tragedia de Pangea y la sociedad por fin resurge triunfante(aunque tambaleante) desde sus cenizas. Los Únicos, antiguos dueños del mundo, han sido practicamente diezmados y sus antiguas riquezas hacen por fin real...