Cinéticos - 0.1 - Los buenos

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El sonido del taladro le perforaba los tímpanos, y cada toque sobre sus dientes le entrecerraba los ojos mientras convertía sus dedos en garras que se clavaban en el apoyabrazos.

- Y...listo-dijo una mujer morena de rulos negros mientras se alejaba de su boca-, ya se terminó-luego se quitó el barbijo blanco y, tras girar la canilla de agua que se ubicaba en el lado izquierdo del sillón odontológico, le alcanzó a Dante un vaso descartable.

Mientras el joven se hacía buches escuchó a alguien levantarse de un asiento al otro lado de la habitación. No tardó nada en acercarse.

- Sí que te salvaste, eh-lo escuchó decir en el preciso instante en que él se daba la vuelta -. Ojalá yo hubiese tenido tu suerte cuando iba a la escuela-expresó el hombre de rasgos fáciles muy marcados mientras apoyaba su mano en el hombro de la dentista. Un instante después ambos adultos se dieron un beso, salvando a Dante de dar una respuesta que no creía capaz de formular.

- Me agarró hambre-dijo como excusa para alejarse de la escena-. Permiso, Lourdes.

- ¡Pero, che!-exclamó la mujer mientras se hacía a un lado con su silla de ruedas giratorias para permitirle el pasó al chico- Omar, ¿Cuántas veces come al día?-la oyó preguntar a sus espaldas mientras él desenvolvía el sanguche de milanesa de carne que ya había dejado preparado para un caso así.

- Todas las veces y más de lo que yo puedo-explicó el hombre mientras Dante atacaba ferozmente su comida-. Una vez las conté, fueron once.

- ¡¿Once?!-clamó Lourdes con una sorpresa que para muchos oídos seria exagerada- No me extraña que haya crecido tanto si come como una bestia.

- Hace mucho ejercicio, no me extraña tanto.

- Pero igual-indicó la señora-, hoy me fije en internet y lo más cercano a su caso fue de una niña que pudo quedar embarazada a los ocho años. Pero Nico recién tiene doce y parece de...no sé, dieciocho.

- Dieciséis-corrigió Dante- solo parezco más grande por esta pelusa que tengo por barba-dijo mientras se rascaba el cuello con las uñas.

- Jodeme que te volvió a crecer-mencionó Omar.

- No...pero va queriendo-señaló mientras se acariciaba el cuello.

- Ahí tenes el baño con un espejo si queres usarlo-indicó la mujer con un suave movimiento de la mano- ¿Trajiste una maquinita, no?

- No-contestó mientras se giraba y se sentaba en la silla de plástico-, me la olvide.

- ¿Cómo que te la olvidaste?-comentó Omar, pero justo cuando Dante abrió la boca para realizar un comentario el hombro expuso-: igual, tampoco es para tanto, no podes ir al baño cada tres horas a rasurarte. Aparte, dentro de todo te queda bien.

- ¿Le hago un certificado para faltar?-preguntó la señora girando su cabeza en dirección a Omar.

- No, Lú, no te molestes que después va a ser un quilombo explicar porque faltó y lo van a mandar a capital a que haga el examen de orientación y un montón de cosas así. Va a ser peor para él.

- Bueno, entonces...éxitos en tu primer día, Nico-dijo Lourdes extendiendo su brazo y con la mano abierta, el movimiento hizo que uno de los rulos (más parecidos a bucles con forma de taladro) que descansaba sobre su hombro cayera a su espalda

- Nos vamos, Nacho-dijo Omar haciendo un ademán con el mentón. Acto seguido le dio un beso corto a la dama.

Dante se apresuró en enrollar el sanguche en el papel film y de inmediato fue a saludar a Lourdes. Aunque además de darle un apretón de manos le dio un beso en la mejilla que quedaba mejor para la ocasión.

Crónicas de una Deidad: AngustiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora