Gehena - 9 - Peligro.

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Se vio a si mismo ensartado con aquel pico. El alarido grave y prolongado que le sacudía los huesos en el aire solo reforzó su imaginación.

La bestia tomaba ventaja, lo sabía, lo sentía, lo vivía en carne propia cada vez que el pavimento desmenuzado no lo traicionaba con hacerlo tropezar.

¡No mires atrás, no mires atrás, no mires atrás! ¡No mires atrás! ¡No, no mires!

Pero lo hizo. La bestia, que estaba a cinco metros de distancia, alternaba entre un andar bípedo y cuadrúpedo; tratando de batir sus alas pese a que el ancho de la calle se lo impedía, y siempre con la cabeza extendida por lo bajo, preparada para empalarlo cuando se presentara la oportunidad. O eso creía cuando de un instante al otro contrajo su cuello como una serpiente, lanzándolo hacia él, como un arpón, en medio de un salto.

La punta se dirigió a sus ojos, y habría llegado de no ser porque el pico se desvió hacia a un lado, hacia el bendito aire y a los santificados postes de luz que golpearon las alas de membrana del monstruo cuando trató de saltar.

¡¡¡La puta madre y la reconcha de la loraaaaaaaaaa!!! Pensó con los dientes apretados apretando el paso. Fácilmente comenzó a superar a los demás, los agarró por los brazos y corrió aún más rápido. Eran tan ligeros como muñecas de trapo.

¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda! se repetía al verse a sí mismo con la cabeza destrozada una y otra y otra vez o tropezando con una piedra en ese mismo instante que la curiosidad casi le cuesta la vida.

¡¿A dónde?! ¡¿A dónde?! Comenzó a cavilar con rapidez con los ojos saliendo de sus parpados. ¡Hay que dar vuelta en una esquina! (Ciro o Rocio siendo arrancados de su brazo) ¡Hay que meternos dentro de un local! (Todos acorralados con ese pico arrancado uno a uno sus restos contra las paredes) ¡Al frente, si, al frente! (el frente está vacío. Esa cosa va a volar.)

Y las ráfagas del viento seguían viendo por su espalda sin detenerse ni desaparecer y siempre era seguidas del chasquido del pico al cerrarse.

Alguien va a morir de todos modos, la voz fue clara.

Por un corto instante cerró los ojos con fuerza mientras negaba con la cabeza.

¡A la mierda!, realizó abriéndolos de nuevo.

Apretó con fuerza y estiró sus brazos al frente, lanzando a los dos por delante de él haciendo que trastabillaran por el gran impulso recibido. Enseguida tomo una piedra en carrera y dio una zancada y otra más para reducir la velocidad y entonces poder encarar al monstruo.

A los ojos a los ojos pensó y de pronto le pareció mejor idea aplastarse contra alguna pared.

La cabeza del monstruo redujo las posibilidades a una, esquivó el pico por milagro agachándose por instinto, pero su plan de golpearlo en los ojos se vio un poco alterado: terminó pegándole en el pecho, con su cabeza. Y acabó tumbado de espaldas, siendo el impacto doble.

Una amalgama de pensamientos comenzaron a repetirse en susurros mientras el mundo caía por una espiral descendente.

Las pisadas innaturales eran audibles, pero se hacía más cortas y seguidas. Inclinó su cabeza hacia atrás y, luego de ver como Ciro y Rocio se alejaban en línea recta, vio a esa criatura, ubicada en medio de la intersección de calles, girando lo más rápido que sus proporciones le permitían. Algo que era, a todas luces, muy lento. No pudo evocar en su mente la imagen de un loro, pues así lo miraba desde las alturas, asintiendo y negando de forma corta y ladeando el cráneo como confundido mientras sus mandíbulas temblaban con la membrana que las unía curvada como una sonrisa retorcida.

Crónicas de una Deidad: AngustiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora