PRÓLOGO

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El día pintaba para ser nublado. Desde esa mañana que el pelinegro salió de su nueva casa, lo supo. Seung Hyun había llegado a su nuevo empleo en la Universidad de Seúl; le habían transferido desde Jeju hacia poco más de un mes por lo que aún se sentía extraño llegar a la sala de profesores y notar como algunos de ellos, guardaban silencio al simple hecho de notar su presencia. Aunque no es que nunca hubiese sido así. Incluso en su antiguo lugar de empleo, siempre fue conocido por ser muy reservado. Antisocial y marginado, llegaron a nombrarle algunos. De inadaptado llegaron a tacharle. Y los que se reservaban más sus opiniones, apenas y pensaban que era alguna clase de ermitaño.

Como cada día desde las últimas semanas, anduvo sin mirar a nadie en particular, llevando un profesional portafolio en mano y vistiendo completamente de negro, apenas y curveó la comisura de sus labios al notar cómo todos a su alrededor lo evitaban o simplemente salían de su camino. A través de los años, ese tipo de acciones terminaron por divertirle. A pesar de que la mayoría de las jovencitas le consideraban más atractivo que cualquier hombre de veintiocho años que pudiesen haber visto antes, el hecho de que poseyera esa aura oscura solo lograba alejarlas.

Llegando al edificio principal, subió las escaleras y se adentró en el edificio, atravesando el largo pasillo al escuchar la campana que iniciaba las clases. Justó en la última puerta, pudo ver a unos cuántos de sus estudiantes, los cuales le miraron de soslayo, retando su autoridad. Acercándose a ellos, y sin decir absolutamente nada, entró en el aula, yendo directamente hasta el escritorio en donde acomodó sus cosas y después se sentó. Abrió su portafolio y sacó algunos papeles, entre ellos la lista de asistencia. Miró de soslayo a aquellos que aún se mantenían afuera, riendo de cualquier estupidez.

—Por favor guarden silencio, comenzaré a tomar lista. — murmuró el pelinegro, comenzando a leer cada uno de los nombres de sus alumnos, notando como aquellos que se habían mantenido afuera comenzaban a entrar— Jóvenes...— alzó aquella oscura mirada— Será decisión suya si desean quedarse, pero por lo pronto tienen las tres faltas correspondientes a mi clase de hoy.

—¡Pero profesor no puede hacer eso! — chilló uno de los muchachos.

—Puedo y ya lo hice. — volvió la mirada al papel sobre el escritorio.

—¡Es injusto! — una joven de cabellos rubios se alzó, tratando de defender a sus compañeros.

—¿Quiere sus faltas también, señorita Jung? — la muchacha abrió los ojos sorprendida, sus mejillas se tiñeron de rosado antes de que volviera a sentarse— Eso creí. — se puso de pie y anduvo hasta los asientos del frente, en donde un par de muchachas le miraban aterradas— Quiero que les quede algo muy claro. La campana indica que todos deben estar en el aula, aun si el profesor no está dentro. Jóvenes Lee, Song y Kim, ustedes a pesar de haber visto que yo llegaba no entraron y para colmo, lo han hecho cuando lo han deseado. Eso, amerita una sanción. Agradezcan que son solo faltas y no una amonestación del mismo rector.

—Jodido imbécil...— murmuró uno de los chicos nombrados, atrayendo la atención del pelinegro quién alzó la comisura de su boca, en un gesto aterrador, más que una sonrisa.

—Gracias por eso, señor Song. Como veo que usted tiene la suficiente madurez como para usar ese tipo de vocabulario, la tendrá también para afrontar las consecuencias de sus actos. — le miró directo a los ojos— No quiero verlo en mi clase toda la semana, y quiero recordarle que para aprobar la materia se necesita un mínimo del ochenta por ciento de las asistencias. —sonrió— Cuente con sus faltas. Y si alguien más quiere seguir a su compañero, puede hacerlo con las mismas condiciones. — se encaminó hacia su escritorio, en donde tomó asiento y siguió nombrando a sus estudiantes. Fue entonces que notó a aquel chico salir del aula, maldiciendo.

THE BROKEN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora