CAPÍTULO 10

728 107 34
                                        

Previamente—

Relamiéndose los rojizos labios, caminó con cautela por el largo pasillo de la segunda planta hasta llegar a la puerta del fondo, donde sabía era la habitación de JiYoon. Llamándola una última vez, empujó la puerta entreabierta, y justo cuando un grito horrorizado iba a desgarrar su garganta, sintió la frialdad del cuero cubriendo sus labios e instantes después, un repentino pinchazo en el brazo, después la oscuridad reclamó su consciencia.

Toma todo de mí, incluso cuando no sepas qué es.

El agua corría hacia el drenaje, llevando consigo la suciedad y los inmundos restos de sangre, mientras con movimientos perezosos, sus manos se encargaban de acariciar su cuerpo. Había sentido su libido creciendo mientras amordazaba y golpeaba a aquella curiosa mujer. Había sentido un deseo perverso al verla tirada en el piso de la habitación, indefensa ante sus deseos. A tal grado en que, si fuese un poco más enfermo, se hubiese metido entre sus piernas aun estando ella inconsciente.

Sonriendo descaradamente, salió de la amplia ducha y se puso frente al espejo. Las gruesas gotas de agua corrían desde su cuello, perdiéndose en las curvas de sus definidos músculos pectorales. Cerrando los ojos, ronroneó gustoso mientras revivía en su mente, todos y cada uno de los actos que había cometido en los pasados meses. El horror y la desesperación que había infringido. El ansia.

Nadie estaba por encima de él, ni siquiera la policía. Para muchos era un monstruo, pero no sé consideraba de esa forma. Era algo así como un héroe. Había librado a la ciudad de asquerosos bastardos que lo único que hacían era dañar a la humanidad. Él era un salvador. Y se sentía poderoso.

Nadie debía vivir bajo el yugo de otra persona, y para ello, él se había propuesto hacerles probar a los demás un tanto del sufrimiento que infringían. La primera vez había sido difícil, pero solo le bastó pensar en el bien que haría, para que todo se hiciese más sencillo.

Ya ni siquiera podía recordar los rostros de sus víctimas, mucho menos sus voces. Simplemente recordaba el bien que hacía cada vez que él mismo tomaba la justicia en sus manos.

Mirándose una última vez en el espejo, se relamió los labios con ansia mientras se giraba y salía del cuarto de baño. Habia disfrutado tanto esa noche.

----

Mirando por sobre su hombro, SeungRi descubrió a su compañero, Seung Hoon, esposando a uno de los pandilleros que había estado hostigando el centro comercial en Gangnam, mientras él se encargaba de empujar al cómplice dentro de la patrulla.

No terminaba por adaptarse a su nuevo puesto. Hacía años que él había dejado de ser un oficial de patrulla; de hecho, durante sus años como novato, había sabido de inmediato que no se había unido a la fuerza simplemente para estar sentado dentro de la patrulla durante todo el día y arrestar a vándalos holgazanes.

Suspirando profundamente, se metió a la patrulla y esperó que su compañero arrancara. Ese día había sido una verdadera mierda. Había tenido que correr manzanas completas para arrestar al par de idiotas que iban en los asientos traseros, además, cuando había derribado a uno de ellos, se habían envuelto en una violenta pelea a puño limpio.

En la estación, luego de encerrar en las celdas provisionales al par de hombres, había tenido que llenar un reporte acerca del arresto, además de que había tenido que soportar el trato altivo del oficial JooYeon, quien estaba feliz de recordarle a cada instante su degradación de rango.

Siendo poco más de las ocho, cerró su casillero y salió de la estación, despidiéndose de su compañero con una simple palmada en el hombro. El estacionamiento estaba solitario por lo que pudo desplazarse sin mayores percances hasta su auto. Lazando su chaqueta sobre el asiento del copiloto, se subió y arrancó.

THE BROKEN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora