CAPÍTULO 20

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Nunca había considerado entregar sus esperanzas a un hombre al que no se sintiese completamente comprometido, sin embargo, estando allí frente al más alto, lo único que pudo hacer fue acercarse y permitir que los amplios brazos lo arrullaran mientras el agua tibia los bañaba completamente. Yaciendo desnudo, lo único que pudo sentir fueron los gruesos dedos del otro recorriendo lentamente sus brazos en la más tierna de las caricias que hubiese experimentado. Cerró los ojos en el instante en que los esponjosos labios contrarios daban pequeños aleteos sobre su cuello y se ceñían con deleite sobre su clavícula. Alzando sus propios brazos, se encargó de enredarlos alrededor del fuerte cuello mientras sentía las amplias palmas del otro asegurándose sobre sus caderas.

Mientras las cálidas manos se encargaban de acariciarle y los labios esponjosos le torturaban la piel, él no hizo más que imaginar el cómo sería si toda su vida hubiese tomado un rumbo distinto del que había tomado.

Sin ser plenamente consciente, permitió que el oficial lo sacase de la ducha y lo llevase directamente hacia la alcoba, en donde lo recostó en la amplia cama y se dedicó a besar cada parte de su cuerpo, dándole especial atención a sus labios. Mirándole, no hizo más que sonreír mientras el oficial le acunaba el rostro.

—¿Sabes cuánto significas para mí? Más que mi vida entera.— expresó mientras sus dedos acariciaban el contorno del hombro ajeno, bajando perezosamente mientras sus ojos seguían el mismo camino y se detenían en un tatuaje que no había estado allí la primera vez que habían dormido juntos. — No sabía que tenías interés por esto.

—No lo tengo...— murmuró, sosteniendo la mejilla del menor en su palma— Es sólo algo que necesitaba.

—¿Un pájaro?

—Una golondrina, significa renacer. — explicó, recordando todo aquello que el profesor le había explicado una noche— Es un tributo.

—¿Es por él? — casi gruñó aquella pregunta. El oficial no podía evitar el resentimiento en su voz. ¿Cómo era posible que hubiese logrado lo que él no?

—Es por mí. Es mi forma de cerrar ese ciclo. — respondió lentamente, en un suspiro— Es mi forma de decirle adiós. —sosteniendo el rostro del oficial, se aseguró de que le mirase directamente— Es mi recordatorio de que ya no está y de que debo seguir por las personas que siguen aquí. Por ti...— concluyó antes de alzarse y besar lentamente los labios del pelinegro, viendo cómo éste cerraba los ojos mientras se entregaba a su demostración de afecto.

Todo lo demás se convirtió en una difusa sombra. Mientras los besos continuaban y las caricias se prolongaban por largas horas, consiguieron convertirse en uno solo. Se entregaron al más primitivo de los deseos y mientras el tibio sudor les perlaba la piel, se deleitaron con el sonido de sus erráticas respiraciones, al igual que con sus bajos suspiros.

Fue el oficial quien sucumbió al sueño pasada la media noche, teniendo a el castaño sobre su pecho, completamente exhausto luego de aquella demostración de cariño. Suspirando una última vez, Ji Yong alzó la cabeza y observó al hombre que yacía bajo su cuerpo, fue entonces que su sonrisa pacifica desapareció. Alzándose, le importó poco andar desnudo por la habitación mientras conseguía encontrar sus pantalones; poniéndoselos, no hizo más que mirar al hombre sobre la cama y contenerse de maldecir.

Toda su vida, no había sido más que un hombre racional. Nunca había pensado siquiera en tomar las cosas en sus propias manos, de hecho, era del tipo de personas que pensaban que tarde o temprano, las cosas toman su sitio. Sin embargo, de esa forma, no había obtenido mucho por lo que estar satisfecho.

Luego de mirar desdeñosamente al hombre sobre la cama, salió de la habitación y se dirigió directamente hacia la cocina. Consiguió un vaso y luego de servirse un poco de agua, cerró los ojos mientras recordaba la conversación que había tenido con la chiquilla esa tarde.

THE BROKEN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora