CAPÍTULO 19

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Durante todos esos días en los que había estado refugiado en su casa, había recibido incontables visitas por parte de sus padres, de su mejor amiga, del abogado Cha, y de SeungRi. Éste último era el más insistente de todos. No se había atrevido a salir para enfrentarse a nadie. Simplemente les dejaba saber que seguía allí por medio del teléfono.

Los minutos se volvían cada vez más largos mientras esperaba, aunque no supiese con certeza el qué. Simplemente se mantenía recostado, bajo las sábanas mientras atraía hacia su nariz las prendas del mayor.

La cama cada vez estaba más fría, al igual que lo estaba su cuerpo. Ya no había un hombre mirándole por la mañana, ni tampoco había unos dulces labios besándole tiernamente cuando cerraba los ojos. Ya no podría escuchar la grave voz del pelinegro llamándole por ese sinfín de apodos pegajosos que parecía inventarse cada día. Jamás volvería a observarle mientras calificaba los trabajos de sus alumnos de la Universidad, incluso no podría jamás burlarse de ese peculiar movimiento que hacían sus dedos mientras estaba concentrado y del que parecía no darse cuenta.

No volvería a escuchar su respiración, ni tampoco la sentiría cosquilleándole el cuello mientras dormían por la noche, estando el mayor a sus espaldas, aferrándose a él como si fuese su salvavidas. Ni siquiera podría volver a sentir esa seguridad que el mayor le brindaba, incluso aunque no estuviese cerca.

Suspirando profundamente, salió de su habitación con rumbo a la cocina, encontrando allí el desorden que había dejado a su paso a lo largo de esos insufribles días. Restos de comida rápida, platos sucios e incluso un par de botellas de cerveza vacías. La verdad era que no tenía un verdadero rumbo que seguir, sentía como si una parte suya se hubiese ido junto con el profesor.

Tomando un vaso de la alacena, consiguió después un poco de agua mientras buscaba algo que pudiese comer, sin conseguir nada que fuese apetitoso. Sintiéndose cansado, planeó regresar a la cama cuando escuchó el timbre de la puerta principal. No era como si en verdad le apeteciera recibir visitas, sin embargo, estaba harto de escuchar constantemente en el día a alguien detrás de la puerta, exigiendo verle.

Mientras andaba hacia la entrada, alcanzó a recuperar unas cuantas botellas de cerveza vacías, lo último que quería es ganar una reprimenda por parte de su madre, en caso de que fuese ella de nuevo. Cuando abrió la puerta, no hizo más que suspirar con cierto alivio, por lo menos su visitante no era tan molesto.

-Temía que de nuevo no abrieses...- confesó el oficial mientras suspiraba con alivio. Desinhibido, alzó la mano y sostuvo en ella el demacrado rostro. Lamentándose al ver cómo las mejillas hundidas del chico le daban un aspecto esquelético.

-Tarde o temprano toda persona se cansa de que estén sobre ella. - murmuró, apartándose del toque el pelinegro- ¿Por qué estás aquí?

-Quería verte, saber cómo estabas. - suspiró- Saber si seguías aquí...- confesó uno de sus más grandes miedos. Adelantándose hacia el castaño, se atrevió a sostener el rostro ajeno entre sus manos mientras sus labios osaban tocar la mejilla del muchacho, tan cerca de los labios que casi pudo paladear su sabor.

-No voy a mentir al respecto...- murmuró- Muchas veces, por las noches, he pensado en seguirlo. Sé que no te agradaba, pero se convirtió en lo más importante en mi vida. Y me lo arrebataron. - su voz se quebró conforme hablaba.

-Sabes lo que pienso al respecto, sin embargo, lo que sí puedo decirte en este momento es que no puedes seguir así. Permitiendo que la situación te consuma...- su pulgar acarició el labio inferior - Hay personas aquí a quienes les importas, yo soy una de ellas. ¿Y sabes una cosa? No voy a dejarte hacerlo. Te necesito entero y bien.

THE BROKEN ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora