7. En un lugar muy lejos del syt

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La inmensa oscuridad bañaba todo en el lugar. Era imposible distinguir el suelo del aire con la vista, porque eran ambos del mismo color, lo único que permitía a Jor distinguir su suelo era un ligero fulgor que venía del horizonte, pero si lo mirabas igual te perdías y si no lo mirabas el vértigo se apoderaba de ti. En el cielo se alzaba un constante eclipse, la luz del sol era cubierta en su mayoría por la oscuridad. Jor trataba de incorporarse, pero no podía, escuchó unos pasos y después un carraspeo femenino.

—Un ser como tú no debería ser capaz siquiera de asomarse a estas tierras —dijo la mujer acercándose; sus rasgos eran finos, pero también eran firmes y perfectos. Vestía una túnica impoluta y blanca con adornos de hilo de oro en los bordes. Se ceñía a su perfecta cintura un cinturón de oro, muy similar a un brazalete en una muñeca—. Posees una ínfima capacidad mágica y una mediocre apariencia corporal. Pero no eres un muerto.

Jor trató de pronunciar palabra alguna, pero su mandíbula se negaba a responder.

—Con el tiempo uno logra acostumbrarse —dijo con soltura.

—¿C-co-omo p-pue-e-des vivir a-aquí? —tartamudeó con mucho esfuerzo para construir la pregunta.

—Qué veloz. Soy la Protectora de La Grieta, como le llamamos a este lugar. El Guardián mismo me otorgó el título cuando se dispuso a cumplir una de sus variadas misiones en alguno de los nueve mundos. Pese a mi insistencia se negó a darme el nombre del syt.

—¿Eres una Diosa? —dijo Jor con mayor naturalidad, la mandíbula ya se había acostumbrado al peso del aire.

El guriano se había percatado de la similitud en sus facciones con las tres individuas con las que había hablado hace tan solo algunas horas. Esta era más parecida a la Diosa del Nacimiento, salvo que sus cabellos eran castaños.

—Sí. Soy Protectaria, la Diosa de la Protección y Sabiduría, protejo los mundos inferiores y en ocasiones los superiores, y tú eres, un inmortal... un ser algo familiar

—Habías dicho algo extraño, no familiar —Protectaria sonrío.

—Tu esencia se asemeja a alguien a quién conozco bien.

—La verdad es que ni yo sé quién soy en este momento —dijo tratando de ponerse en pie, un desequilibrio inmenso invadió su cuerpo y cayó hacia adelante, con suerte llegó a colocar sus manos al frente.

La Diosa con la que había estado hablando se acercó, emitía una ligera luz blanca y parecía flotar, pero cada paso que daba describía ondas en el suelo del lugar, como si estuviera caminando sobre agua. Extendió su mano hacia Jor, pero inmediatamente la retiró y lo miró.

—Realiza una flexión, Jor. Aquello ayudará a que te fortalezcas. La gente llega aquí para obtener poder. Un simple acto como una flexión puede generar en tu mundo un gran cambio.

Jor empezó a tratar de levantarse. Si ya era difícil para él hacer flexiones en condiciones normales. Aquello era casi imposible. Mientras él lo intentaba, la Diosa hablaba.

—Obviamente es aquel ser que pese a cualquier acto jamás vas a perecer. Si te ensartan una espada en el corazón, no vas a morir; si te envenenan, no sentirás siquiera que lo intentaron; si tratas de acabar con tu vida, por más miserable que sea, tu propia naturaleza te lo impedirá.

—Parece... una maldición —Jor intentaba levantarse.

—Eso se ajusta al punto de vista de cada individuo.

—¿Y este lugar?

—El hogar del Guardián, el inicio y el final de todos los syts, el hogar de las mil criaturas, de la muerte, del Inframundo y, de las almas perdidas. El Salón del Poder, el origen de héroes, del bien y del mal. La luz y la oscuridad.

—¿Y qué hago aquí? —los brazos del muchacho habían conseguido estirarse. Había olvidado la falta de las alas.

—Me he planteado la misma pregunta durante nuestra plática y he podido formular una respuesta coherente. Eres un Inmortal ¿no?, para un ser común cada minuto mortal que pasa aquí es un año, pero tú no estás sufriendo cambio alguno. Eres una excepción, además los que son como tú, suelen quedar en un trance después de una muerte rápida, sueñan y luego despiertan —Jor se incorporó—. Y desafortunadamente, te toca despertar.

La falta de equilibrio no le impactó. Las heridas de las alas parecían empalidecer.

—¿Quién eres en realidad? —preguntó el muchacho.

—Una de las pocas en la que todavía los muertos tienen fe, una de las que no ha caído en el sueño eterno —se arrodilló y clavó una lanza que apareció en el medio de la oscuridad—. Recuerda mi nombre: Protectaria, si necesitas de mi ayuda, yo te apoyaré. Adiós inmortal.

Dos luces aparecieron frente a Jor, causaron que dejara de ver a Protectaria y en unos momentos bañaron toda la Grieta. Había desaparecido por completo el lugar y todo se nubló nuevamente, como si acabara de quedarse dormido.

¿Cuál era la realidad? Ya no estaba seguro.

Pesadillas - Las Danzas del Verano (Ahora Sueños Vacíos - Profecías 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora