La conmoción estaba por todos lados y el salón se encontraba casi vacío, la mayoría de los espectadores se habían marchado una vez Sirinna había desenvainado la espada y solo los guardias se habían quedado a luchar, Jor se había quedado inmóvil por lo inesperado de la situación. Miró a los alrededores y al parecer el Decimosegundo también había desaparecido, a su costado Regh y Tuth lo defendían y a Sirinna la dejaban sola y aquello no lo iba a permitir.
Recuperó la razón y corrió detrás de Sirinna que iba hecha furia hacia Aeglos, con la espada en mano no había notado que un guardia iba justo por su izquierda. Jor saltó sobre el guardia haciéndolo caer, forcejeó con él un momento y al ser notablemente más fuerte logró acorralarlo y ahorcarlo; Jor tomó las muñecas del elfo y empezó a sentir lo mismo que con los barrotes, la piel del elfo empezó a quemarse y este cedió y retiró sus manos quemadas, Jor extendió las manos y una pequeña llamarada salió de estas quemando la ropa que traía el guardia que huyó del lugar.
Un asustado Aeglos observaba todo con repentino espanto mientras se escondía detrás de una silla, al ver a Sirinna tan cerca desenvainó una espada que notablemente enfureció más a la elfina pues era la misma con la que había acabado con su padre.
—Conoce a la Cazadora de los Annael —dijo Aeglos cuando tuvo frente a Sirinna—; acabó con tu padre y ahora lo hará contigo.
—No vas a asustarme Aeglos, eres un mal nacido y mereces morir.
Sirinna levantó la espada y lanzó una estocada contra el elfo, este la detuvo con su espada que poco a poco se empezó a escarchar, finalmente está se quebró y el filo de la espada de Sirinna impactó en el ojo de Aeglos que retrocedió con mucha suerte.
—¡El rey! —gritó uno de los guardias y varios corrieron a posicionarse delante de él.
Tres de los elfos encararon a Sirinna y esta empezó a retroceder, otro grupo se llevó a Aeglos herido y Tuth, Regh, Sirinna y Jor quedaron rodeados por otro grupo de guardias que recién llegaban. Regh corrió al lugar de Sirinna y empujó a los guardias que la acosaban, estos se levantaron cuando Tuth echó a correr a la salida y tomaron a Regh pegándolo hacia el suelo. Jor extendió los brazos tratando de lanzar fuego, pero estos no le respondieron por lo que corrió hacia Regh para ayudarlo, no obstante, Tuth lo detuvo y negó con la cabeza, después señaló a Sirinna que se había quedado pasmada en medio del salón. Jor fue a ayudarla.
—¡Sirinna! —le habló tomándola el hombro—. Tenemos que irnos, ya no hay nada que podamos hacer.
Sirinna salió de su ensimismamiento y asintió con pesadumbre, tomó a Jor por la muñeca y lo jaló hasta una de las puertas del salón. Tuth los siguió detrás, pero antes de partir Sirinna le gritó una plegaria a su defensor elfo.
—¡Brono, nod pielst tha fankal od guir tlo Svetlina! —pronunció Sirinna hacia Regh, este asintió con una pequeña lágrima brotando de sus ojos.
Sirinna tomó la mano de Jor otra vez y corrieron por varios pasillos hasta el patio del Castillo Frío, descendieron por la misma escotilla de la que habían salido; pasaron por la celda, tomaron algunos de los pasillos ocultos hasta llegar a las afueras de la ciudad, donde un millar de flechas voló sobre los tres fugitivos.
—¡Hork! —gritó Sirinna y del bosque corrió a darles alcance el león del invierno, que sin problemas recibía el impacto de las flechas sin inmutarse.
Los tres se subieron a lomos de Hork y con él se adentraron en el bosque. Algunos elfos salieron de la ciudad y también los perseguían por el bosque. El león saltaba troncos, hojas y alguna rama que había caído al suelo, subía en árboles y bajaba durante larguísimos minutos, hasta que estuvieron lo suficientemente alejados como para descansar y perderse del rastro de los elfos fríos.
Jor, Sirinna y Tuth bajaron de Hork y se recostaron en las hojas secas que cubrían el pasto del bosque viejo en el que se encontraban. Jor notó que su mano enlazada a la de Sirinna y levantó la vista para encontrarse con la de la elfina.
—Gracias —dijo con un hilo de voz—. Si no hubiera sido por ti en estos momentos seguiría fría sin saber qué hacer en medio de ese salón amarillo. Quizás mi cabeza ya no estaría en mi cuerpo.
—No tienes por qué agradecer... eh... tampoco podía dejarte ahí, porque en verdad te has vuelto muy importante para mí, a si no hayamos pasado tanto juntos.
Sin antes darse cuenta ambos se habían acercado, Jor se ruborizó y Sirinna sonrió para después entregarle un tierno beso en los labios. Jor cerró los ojos y sonrió mientras besaba a Sirinna y así sintió un cosquilleo recorrió desde su boca hasta su entrepierna. El beso fue dulce y le había gustado, quiso seguir con ello cuando la elfina se separó de su rostro con las mejillas completamente enrojecidas, entonces Tuth se acercó acariciando la melena de Hork.
La elfina corrió a abrazar al animal, se la veía tierna y nada salvaje acariciando el pelaje blanco del león, pero todo aquello se esfumó cuando escucharon las pisadas de unas armaduras en el bosque. Los tres se miraron con extrañeza y entonces Sirinna subió en Hork, extendió su mano para que Jor subiera. Tuth se escondió en un follaje mientras que Sirinna y Jor subían a un árbol. Observaron que un pequeño grupo pasaba por el lugar donde habían parado a descansar, habían seguido su rastro, pero ahí finalmente lo perdían.
Sirinna y Jor se miraron angustiados, el guriano levantó ligeramente los hombros y la rama del árbol en el que estaban crujió. Los soldados levantaron sus cabezas y se encontraron con nosotros, los que tenían arcos los alistaron nerviosamente cuando Tuth salió del follaje y tumbó a un par, Hork saltó sobre uno, pero la flecha de otro se le clavó en una de sus patas delanteras, Sirinna bajó y lucho cuerpo a cuerpo con unos soldados, pero la inferioridad era aplastante.
Hasta que un grito se oyó proveniente del bosque, desviando la atención de varios; varias pisadas casi inaudibles detuvieron el combate y flechas impactaron en los corazones de todos los soldados de Aeglos tumbándolos. Sirinna giró con una gran sonrisa hacia Jor, pero una flecha impactó en su corazón de la misma manera que en los hombres.
El rostro de Jor se congestionó por un momento mientras empalidecía, un líquido verde corría por la punta de la flecha y se mezclaba con la sangre. Jor cayó al suelo sintiendo un inmenso frío correr por todo el cuerpo, un cosquilleo que le hacía ir perdiendo poco a poco la conciencia.
—¡Jor! —gritó Sirinna, pero su grito se transformaba en un inaudible susurro.
—Déjalo —dijo una elfina rubia vestida con telas verdes, pronto se acercó a Sirinna y mostró ser unos dedos por encima de ella más alta—, no te comentó jamás de su naturaleza.
—¡No sé a qué te refieres! —gritaba Sirinna—, ¡pero lo has matado!
—No mi niña...
Las últimas palabras solo eran susurros.
Jor no escuchaba más que los cantos de los pájaros, o de los grillos.
Pero pronto solo escuchaba fuego y veía fuego cuando no estaba en la cabaña.
¿Qué cabaña?
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Pesadillas - Las Danzas del Verano (Ahora Sueños Vacíos - Profecías 1)
FantasyPrimera versión de "Sueños Vacíos - Profecías 1" La nueva versión, con más capítulos y enriquecimiento de la trama la estoy subiendo en mi perfil Miedo, todos los hombres tienen miedo, incluso de los que en el valor se han forjado. Todo hombre sueña...