8. Ahora son prisioneros de guerra

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Jor miró alrededor tras despertar, estaba en una cama de plumas cubierta de mantas, al lado izquierdo había una pequeña mesa con una cubeta de agua, en ella estaba colgado un paño, la mitad de este se encontraba sumergido en el agua. Arriba suyo había otra cama, sostenida por cuatro troncos que surgían de la que estaba él echado. Un camarote.

A su lado había un rostro conocido, era Edd, un muchacho de unos años menor que él, su familia era poseedora de unos campos al sur, sus padres eran amigos de Jer y Jod, pero vivían tan lejos que el contacto fue perdiéndose poco a poco.

Al parecer tuvieron mala suerte de venir por estos días a la ciudad.

—Edd —dijo Jor susurrando—. Edd —llamó nuevamente. El chico guriano abrió los oscuros ojos, no tenía alas al igual que Jor.

—Jor —dijo susurrando de la misma manera, estaba sorprendido—. ¡Despertaste! Ha pasado casi un mes desde que te trajeron, ¡es un milagro!

—¿Qué es esto? ¿Qué ha sucedido?

—¡Qué no ha sucedido! Ellos nos trajeron aquí. La mayoría ya se está recuperando de los cortes que nos hicieron... y creo que hoy van a empezar a hacernos trabajar. Te he estado cuidando todo este tiempo para que no te mueras, amigo, tus fiebres eran altísimas, hervías.

—El Sabio vino antes del ataque. Dijo que moriría de Fiebre Fría.

«Pero no puedes, eres un inmortal». Pensó.

—Tenías todo lo contrario a Fiebre Fría —Edd realizó una mueca—, emh, y no estás muerto...

Jor recostó su cabeza nuevamente en la almohada, había decenas de gurianos sin alas allí, la distribución de los camarotes era simétrica y fueron construidos algunos de más. O quizás habían muerto gurianos en esos días. Todos los restantes dormían y varios se movían en sus camas, quejándose silenciosamente por el dolor. Jor observaba la gran carpa y se avergonzó de la suya, aunque ya no existiera, esta era más de diez veces más grande, el techo era amplio y se sostenía con cordones de metal, además habían estructuras de madera que la anchaban, donde tranquilamente podría sentarse o trepar uno de los invasores.

No pasó mucho en percepción de Jor, pero el cielo que se encontraba oscuro ya había aclarado. Entraron a la tienda varios de los invasores, casi una veintena. Todos eran de cuerpo musculoso y bípedo, excepto que tenían todo su cubierto de pelo, la cabeza era similar a la de un felino.

El pelaje de la mayoría era negro, marrón, café, cobrizo y un par en un gris claro.

—Buenos días —dijo el que entró primero a la carpa. Su rostro era más ancho que el del resto, pero su cuerpo más menudo, parecía un puma y sus ojos eran grandes y verdes. Su pelaje era negro como la misma noche, el pelaje más negro de todos allí—. Su aldea... me recuerda a la pobreza en la que viví en algún momento. Hoy me alzo nuevo. ¿Ustedes también quieren alzarse nuevamente, cierto? —nadie respondió—. grandes, poderosos. No espero que me reconozcan como su nuevo líder, puesto que somos muy distintos, ¿en qué creen ustedes?

—Nuestra Señora de la Luz es nuestra guía —dijo un guriano, era mayor que Jor y de cabello negro, tenía una barba de pocos días. Frank sonrió con amabilidad.

—Y la luz la pueden encontrar en ella, a través de mí. Ir a su manto y su bondad... ¿Luxímina, no es cierto?

—Sí —respondió el mismo.

—Yo perdí a mis petunes, mi familia. Toda mi ciudad fue destruida y sé que tú, joven, iluminado por tu grácil Diosa, entenderás lo que añoro como hogar.

—¿Y por qué destruiste el nuestro? —dijo el mismo guriano—. Te cobraste ya un hogar por el tuyo. ¿Cuántos más?

—No tuve mucha más opción —el petún suavizaba su voz, parecía incluso padecer lo mismo que todos allí. Varios empezaban a empatizarse con el pobre extranjero que había perdido su hogar—, estoy seguro de que, si tocaba tu puerta en la tarde para alojar a mi gente, la tuya nos habría acabado —el guriano se calló, entonces el extranjero miró hacia atrás y llamó a uno de sus seguidores. Este se adelantó tomando el lado izquierdo de su líder. El pelaje de este era cobrizo, algunos mechones presentaban color blanco, parecía un tigre; los ojos de este eran amarillos y casi tan profundos como los de su líder—. Él es mi compañero, Qizil'Semser, mi nombre es Frank'Rorkenok, pero me pueden conocer solo como Frank, deseamos que todos puedan colaborar en nuestra causa y créanme: su hogar será restablecido.

El ser de pelaje negro se retiró, dejando al de pelaje cobrizo a cargo, este último sonrió con malicia.

—Las reglas son sencillas —su voz era rasposa, profunda; con un acento extraño y pausado. Hablaba distinto a Frank, que era amable, este era firme—. Obedecerán. Trabajarán. Sobrevivirían. Con esto en mente obtendrán muchos beneficios para el Nuevo Imperio de nuestro Señor Frank'Rorkenok. Y si lo hacen bien, también habrá beneficios para ustedes.

—Jamás seremos fieles a ustedes —dijo un guriano, bordearía los veinte años, era fornido y era sorprendente que no lo hayan matado. Dio un paso al frente apartando con molestia a aquel que había entablado conversación con el extranjero. Se acercaba furioso a Qizil—. Guria y nuestro emperador no dejará que unos sucios extranjeros vengan a reclamar algo que no es suyo.

—Y tú crees que al Emperador Decimosegundo Gur de Guria le interesan unas aldeas costeras y pobres que no le generan nada —respondió Qizil acercándose al guriano con el ceño fruncido y la mirada fija y penetrante en los ojos del ser—. No aceptaré este tipo de insolencia y ningún petún la aceptará.

Qizil'Semser levantó el brazo y con la mano extendida le lanzó una cachetada que arañó toda su cara, el guriano molesto trató de abalanzarse sobre su agresor, pero este simplemente falló debido a la falta de equilibrio. Qizil desenvainó una espada de su cinto, esta brilló en un rojo, en la cabeza de Jor apareció la figura de una roja luna y de la maza cayendo con fuerza, haciéndolo sudar. Lanzó un tajo horizontal y con tan solo rozar el cuerpo del guriano le generó una herida amplia y profunda.

El guriano cayó de espaldas y dos otros petunes lo sostuvieron y forcejearon con el fuerte espécimen hasta llevarlo a una cubeta con agua donde empezaron a ahogarlo. El guriano agitaba sus piernas mientras quedaba sin respiración, Qizil se acercó y pisó con fuerza los tobillos del ser logrando que se rompan. Después cortó la espalda del guriano varias veces para "mejorar" el espectáculo con sangre.

El guriano empezó a gritar en el agua mientras esta empezaba a calarse en sus pulmones y segundos antes de que muriera, Qizil introdujo con suma facilidad la espada sobre su espalda hacia el pecho. Salió por el otro lado y al retirarla, el guriano se desplomó en el suelo.

—Llévenselo —ordenó y los dos petunes que lo ayudaron se marcharon con el cuerpo. Todo guriano estaba espantado—. Quedan advertidos.

Qizil sentenció y se retiró. Lo siguieron casi todos los acompañantes que habían venido en un inicio, se quedaron unos diez para vigilancia.

Jor miró a Edd, no planeaba quedarse en ese lugar mucho más tiempo.

Pesadillas - Las Danzas del Verano (Ahora Sueños Vacíos - Profecías 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora