El cansancio había calado a Jor y a Sirinna y en sí a todos los habitantes de Friez, que después de tan ajetreado día dormían en la tranquila noche. Algunos en un lecho de paja, otros en un lecho de plumas y los más desafortunados como ellos en la fría piedra. Afortunadamente Jor no soñó nada, pero el dolor muscular fue grande cuando abrió los ojos.
Lo primero que vio al despertar fue a Sirinna, que con los ojos bien abiertos miraba sus uñas y de vez en cuando al suelo; la miró un momento que se prolongó. Cuando ella levantó la mirada y se dio cuenta de lo que hacía Jor, levantó una ceja haciéndolo quedar con una sonrisa estúpida. Sus mejillas enrojecieron tras el sobresalto del guriano y pronto las suyas le hicieron compañía; aquel tonto encuentro de miradas dejaba en el pasado la discusión que habían tenido hacía unas horas.
—Sirinna —dijo Jor rompiendo el silencio que se había generado—. Están aquí —la elfina arrugó la frente confundida—; los Hijos de Roble están aquí.
—¿Aquí? ¿En el Castillo Frío?
—Sí —contestó un poco angustiado—, está Brook, al que hechizaste. Preguntó por nosotros y no se escuchaba nada tranquilo.
—¿Y sabes dónde está? —dijo acercándose a mí.
—No lo sé, lo último que escuché fue su cuerpo cayendo y siendo arrastrado y vi una luz cerca de aquí.
Señaló la esquina de dónde provino la luz.
—¿Y cómo escuchaste? —dijo con un aire de sospecha.
—Estamos debajo del salón de trono —dijo convencido, la mueca que expreso Sirinna mostraba su total desconfianza.
—¿Cómo puedes estar tan seguro, Jor?
—¿Ves los pilares? —señaló la columna de roca que había en el medio de la celda, ella asintió—. Allá hay dos iguales, más allá también —dijo mientras señalaba a unos palmos de distancia—; en la celda de adelante también hay otro y he leído en varios libros que pilares como aquellos sostienen grandes construcciones, lo más probable es que sigan por debajo. Además, lo que escuché ayer fue justo encima de aquí.
—Supongo que tendrás razón —dijo con una seriedad que terminó en silencio que lo invadía todo.
«Tengo que salir de aquí». Pensó. De chico había leído muchas enciclopedias de construcción, el Maestro las guardaba y era muy receloso con ellas, pero siempre permitía que Jor se acercase a leer, además, era el único que lo hacía; quizás pensaba que algún día se convertiría en Maestro, o mejor aún en Sabio.
Trataba de recordar los muchos planos que había leído, pero no recordaba a Castillo Frío. Sabía de las mazmorras de Elevened y su debilidad por las alcantarillas; sabía del Palacio de Oro y Plata, con tantos secretos; sabía de la Fortaleza Blanca en Igno y sus cientos de escalones para llegar a ella. Pero nada del Castillo Frío, de los elfos, ni de sus mazmorras, ni pasillos ocultos, mucho menos de alguna debilidad.
Miró a Sirinna con ganas de preguntar qué sabía, pero había quedado dormida otra vez, yo no podía.
Pasó el resto de la mañana con lo mismo, sus ojos no se atrevían a pegarse y la impaciencia le hacía enfurecer, tomó los barrotes con las manos y cerró los ojos mientras sentía las venas calentarse e hincharse, las palmas de las manos se enrojecían y el aire cerca de estas se alteraba, empezaba a despedir una ligera corriente de calor. Pasados unos minutos los barrotes comenzaron a volverse más maleables, pero cuando escuchó un sonido fuerte en las mazmorras se despegó rápidamente del metal que se encontraba al rojo vivo. Una sombra de unas escaleras de caracol se reflejó por la luz de una antorcha.
ESTÁS LEYENDO
Pesadillas - Las Danzas del Verano (Ahora Sueños Vacíos - Profecías 1)
FantasyPrimera versión de "Sueños Vacíos - Profecías 1" La nueva versión, con más capítulos y enriquecimiento de la trama la estoy subiendo en mi perfil Miedo, todos los hombres tienen miedo, incluso de los que en el valor se han forjado. Todo hombre sueña...