Capítulo diez

1.5K 142 7
                                    

Alaric arrancó un trozo de su camiseta verde para taponar la herida de su brazo. Los recursos médicos se habían acabado hace tiempo.

Dejó la carta para Brigitte en la caja del correo y se colgó el rifle a la espalda.

Pronto se dejarían ver las primeras luces del amanecer, y con ella vendrían ataques "sorpresa" de ambos lados.

Alaric se arrastró sigilosamente por el suelo.

Cuando se hubo alejado lo suficiente de las trincheras (y aún más de las enemigas) se puso en pie y echó a correr.

Rumbo a casa.

Sabía que lo que pretendía hacer era prácticamente imposible ; los desertores eran considerados como traidores a la patria, y todo aquel que se ofreciera a ayudarlo sería castigado con la muerte. Además tendría que cruzar decenas de kilómetros a pie hasta el pueblo más cercano, en el que con suerte encontraría a alguien que fuera de paso y que lo dejara cerca de Bonn.

Pero siguió conservando la esperanza.

Ahora tenía un nuevo motivo para llegar a casa.

Brigitte, alla voy.

Querido AlaricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora