Querido Alaric

Capítulo trece

Se secó el sudor de la frente mientras salía de la fábrica y ató su cabello rubio en un moño desarreglado.

A pesar del frío que hacía fuera, tardó bastante tiempo hasta que Brigitte dejó de sentir calor.

Había decidido ponerse a trabajar, y la habían aceptado en una fábrica metalúrgica casi de inmediato.

Ella no era especialmente fuerte, pero ahora que los hombres estaban en el frente las mujeres tenían que ocupar sus puestos.

A pesar de todo, los ingresos apenas cubrían sus gastos, y eso era algo que le preocupaba.

Suspiró profundamente, frunciendo el ceño cuando unos gritos llamaron su atención.

Extrañada, giró la cabeza para mirar hacia atrás y retuvo un grito horrorizado.

Unos soldados locales pateaban el estómago de una señora con la estrella de david cosida sobre una cinta que llevaba por encima del jersey.

Se acercó casi corriendo, pero ellos la detuvieron alzando una mano.

- Esto no es asunto suyo, señorita.

- ¡ Claro que sí ! - chilló indignada y ellos dejaron lo que estaban haciendo para volverse hacia ella con el rostro sombrío. Brigitte tragó saliva asustada. ¿ Hasta dónde había llegado las ideas de Hitler ? ¿ Hasta qué era capaz de creer la gente ? Mucho, pensó, así que rectificó su afirmación- Si la matais a golpes, ¿ quien se ocupará de limpiar la casa ?

Los guardias cambiaron su expresión por una confundida.

- ¿ Es su criada ?

- Sí, lo es - rodó los ojos y alargó el brazo entre los guardias para agarrar a la mujer. Tiró de su camisa y echó a andar, pasando por el lado de aquellos hombres reprochándole en tono de enfado fingido - ¿¡ Y a ti cuantas veces te he dicho que no salgas de casa sin mi permiso, judía ?!

La pobre señora lloraba desconsoladamente, probablemente pensando que había salido de un agujero para caer en otro más profundo.

Cuando ya llegaban al cruce de la calle, escuchó la voz de uno de los soldados gritar en tono burlón :

- ¡ La próxima vez acuérdese de ponerle la correa a su mascota, señorita !