Querido Alaric

Capítulo veinticinco

Alaric patrullaba por las calles de Bonn.

Le estaba resultando más difícil de lo que pensaba hacerse pasar por uno de los soldados que vigiliban la ciudad.

No podía evitar hacer muecas de desagrado o estar tentado de ayudar cuando alguno de ellos sacaba a rastras a judíos, negros, o cualquier otra persona que desobedeciera las órdenes del führer ,con el único fin de darles muerte.

Pero a pesar del impacto moral que sentía, tenía que luchar con todas sus fuerzas para no lanzarse a por sus "compañeros".

- Aquí debe de vivir Frederik Liechtsman - señaló su superior deteniéndose delante de una ruinosa vivienda - entra, revisa si está, y sal para comunicármelo.

Alaric asintió tragando saliva y subió las escaleras de la casa.

Suspiró aliviado al ver que quienfuera que había ido en contra de las órdenes del régimen nazi ya se había largado.

Pero justo cuando estaba a punto de salir, escuchó una respiración entrecortada.

Se dió la vuelta lentamente, y caminó hacia el armario.

Lo abrió, y un hombre le miró terriblemente asustado.

- Por favor, por favor no me haga daño - suplicó temblando, y él, tras hacerle una seña para que guardara silencio, volvió a cerrar la puerta.

- Nadie - informó al salir de la casa, reuniéndose con el soldado.

Él asintió satisfecho, y comenzaron a alejarse.

Alaric escuchó un grito de victoria, y cerró los ojos rezando para que su compañero no lo hubiera escuchado.

Pero no fue así. Le lanzó una mirada desconfiada, y corrió hacia la casa. Segundos después arrastraba a Frederik escaleras abajo.

Lo empujó bruscamente y éste rodó sobre el portal. Su superior no vaciló, levanto el arma, y le disparó.

- La próxima vez será mejor que estés más atento - le dirigió una mirada de advertencia antes de echar a andar.

Alaric apartó la vista del cuerpo ensangrentado y lo siguió con el ánimo por los suelos.

Se preguntó cuanto tiempo tendría que pasar para olvidar la cara de súplica que le había puesto antes de caer en los brazos del sueño eterno.