Capítulo treinta y tres

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Adler y Brigitte entraron en el barco de carga que en secreto les llevaría al otro continente.

Se sentaron entre las redes y otras herramientas. Desde fuera, nadie sospecharía de aquel barco pesquero.

- ¿ Qué hora es ? - preguntó Brigitte, reteniendo las lágrimas.

Adler suspiró y se quitó el reloj de la muñeca, dejándolo sobre sus rodillas.

Brigitte preguntaba todos y cada uno de los minutos que pasaban. Le salía más rentable que ella lo tuviera.

- Las diez - informó Adler en voz alta, haciéndole la señal al capitán de que elevara el ancla y que pusieran rumbo a América.

Brigitte escrutó el muelle una vez más, con la esperanza de que Alaric apareciera corriendo hacia ellos.

Pero eso nunca pasó.

Supo lo que eso significaba, y se echó a llorar desconsoladamente sobre Adler.

Él mantuvo la compostura y no se derrumbó, aunque también le dolía profundamente la muerte de su amigo.

Querido AlaricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora