Capítulo treinta y cuatro (final)

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El señor que dirigía el barco suspiró apenado. Otra pareja más destrozada por la guerra. Otras almas errantes.

Se asomó por la borda pensativo, mirando el mar.

Él era su único consuelo.

Extrañado, le pareció ver algo grande nadar cerca del barco, así que les pidió a los pasajeros que le ayudaran a echar las redes al agua.

Todos soltaron un grito asustado cuando vieron una figura humana trepar barco arriba.

- Hola - sonrió divertido saltando al interior del pesquero - Qué recibimiento...

- ¡ Alaric ! - exclamó Adler con la boca abierta - ¿ C-cómo...? No estabas en el puerto marítimo.

- Lo sé. Llegué con un poco de retraso- se dirigió a Brigitte, que le miraba sin saber cómo reaccionar, y le tendió la foto de su marido-Supuse que querrías esto. Tengo suerte de saber nadar bien. Aunque confieso que pensé que no iba a poder aguantar lo suficiente como para llegar a vosotros.

- Y tienes suerte de que este navío sea ya viejo - rió el capitán - de lo contrario estaríamos ya lejos de Alemania.

Brigitte la guardó enfadada en el bolsillo de su chaqueta.

- Serás imbécil - gritó exasperada y estampó su mano contra la mejilla de Alaric.

- Confieso que no me esperaba así el reencuentro - bromeó tocándose la cara, sorprendido.

Pasado el susto, Brigitte se lanzó a sus brazos.Y lo besó.

Y con cada beso su corazón volvía a recomponerse. Estaba tan segura de haberlo perdido...

Y todo por recuperar la foto de su marido.

El soldado no había entendido que ya no le importaba aquella foto.

Sí, había amado a Alphonse con toda su alma.

Pero ahora, el hombre con el que esperaba dormirse cada noche, y levantarse cada mañana, era él.

Alaric.

Querido AlaricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora