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Pulsó el «stop» del equipo de música, fue a abrir la puerta y se encontró a Peter allí plantado, más de un metro ochenta de hombre peligrosamente irritado.

-¿Qué demonios intentas demostrar? -le espetó, y entró hecho una furia al vestíbulo, acompañado del aroma de su loción para después del afeitado.

Ella miró fuera pero no vio la camioneta.

-¿Dónde has dejado la camioneta?

-Te has largado del Chevron y casi te llevas por delante la furgoneta de Alice Guthrie. Llevaba a los niños detrás, y podías haber provocado un accidente.

-La furgoneta estaba muy lejos del cruce. -Lali cerró la puerta y cruzó los brazos.

La luz que entraba por la ventana repartía destellos romboi­des por el vestíbulo y la camiseta negra de Peter. En aquel es­pacio reducido parecía aún más grande de lo que era: un enorme y musculoso He-man vestido de negro. Con los brazos en jarras, la estudió con la cabeza ladeada.

-¿Por qué me evitas?

-No te evito.

-¿Por qué no respondes el teléfono?

-He estado trabajando.

-Ya.

Peter no se lo estaba tragando, así que decidió ser sincera.

-Es que creo que no deberíamos volver a vernos.

-¿Y por qué narices no deberíamos volver a vernos? Pero no tan sincera...

-Porque no te quiero apareciendo aquí cada vez que te ape­tezca un polvo.

A Peter se le achicaron los ojos.

-¿A eso crees que he venido?

Lali empezó a sentir de nuevo aquella sensación de peligro, la de estar yendo de cabeza hacia algo que la arrollaría.

-¿Y no es así?

-No -dijo, y se inclinó hacia ella-. A lo mejor es que que­ría comprobar que estabas bien. Alo mejor resulta que eres una conversadora maravillosa. A lo mejor es que simplemente me gusta mirarte. -Se inclinó más aún-. Y a lo mejor es que simplemente me gusta estar contigo.

ALali se le desbocó el corazón.

-Puede que la razón de mi visita no tenga nada que ver con el sexo -añadió él.

-¿En serio?

-Puede. -Le puso los dedos bajo la barbilla y le levantó la cara hacia él-. A lo mejor sólo quiero besarte. A lo mejor es sólo eso lo que quiero. -Inclinó la cabeza ligeramente y susurró-: Alo mejor es que echo de menos el sabor de tu lengua.

Aella, todavía con el corazón al galope, se le cortó la respi­ración y ya no supo justificar por qué tenía que decirle que se fuera. Bueno, de hecho, sí que lo sabía pero, en aquel preciso mo­mento, el futuro no importaba demasiado. Se encontraba en el presente, y el presente lo ocupaba un vaquero alto y seductor cu­yo tacto la encendía y hacía que deseara recorrerle el pecho con las manos y ponerse a horcajadas encima de él.

-¿Quieres pasar? -le preguntó, aunque técnicamente ya estaba dentro.

-Puede.

De repente, Peter la besó con toda el alma, tan profunda­mente que ya no importó nada. Aquel hombre era mágico: la lle­naba enteramente de luz.

Se apartó de ella para mirarla a los ojos.

-¿Quieres que pase?

Si le decía que sí, estaría diciendo que sí a algo más que una animada conversación. ¿Era eso lo que ella quería? ¿Quería estar con él mientras durara o prefería seguir sola, pensando en él?

"CONFESIONES" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora